Cada año se colocan en el mercado miles de jamones y paletas etiquetados como ibéricos de bellota pero que no han visto una dehesa ni en pintura y cuya pureza racial es más que dudosa. Atajar este tipo de fraudes, que se han multiplicado en los últimos años conforme el jamón ibérico se iba convirtiendo en uno de los inconos de la gastronomía de lujo, es uno de los objetivos de la norma aprobada ayer.

"Que cuando el consumidor compra un producto, aunque sea loncheado o envasado al vacío, sepa que la información que viene en el etiquetado sobre la alimentación y la raza del animal está certificada. Y si observa que eso no es así, que pida directamente la hoja de reclamaciones", subrayaba ayer Elena Diéguez, secretaria técnica de Aeceriber.

La carne en fresco (presa, panceta, secreto, pluma...) tendrá que atenerse a las exigencias del nuevo articulado a partir del mismo momento de su publicación. El resto de productos irán añadiéndose a medida que su ciclo de elaboración lo permita. Las primeras paletas con certificado estarán en las tiendas en un año y los primeros jamones en año y medio

Sobre si la norma acabará repercutiendo en el bolsillo de los consumidores, Diéguez considera que los gastos derivados de la trazabilidad que impone el real decreto "no son tan importantes como para que el producto acabe costando más caro". Eso sí, indirectamente, apunta, si se acaba la permisividad con los productos fradulentos y estos salen del mercado, al disminuir la oferta y mantenerse la demanda "podría producirse una subida de los precios".