La informática está en el centro del fraude del dinero negro. Los agentes de la Agencia Tributaria saben perfectamente cómo confirmar que un negocio no cumple con Hacienda. La clave del asunto suele ser la diferencia entre los cobros y lo declarado y la prueba, la existencia de un programa informático que hace natural lo ilegal, el cobro en B. Restaurantes, mayoristas, comercios, discotecas y hoteles son los principales destinatarios del denominado eufemísticamente 'software' de doble uso. No hay libros a la antigua usanza, ni pincho bajo el mostrador. Solo una herramienta que pese a ser virtual es muy real y que ayuda a escamotear las cuentas al fisco.

El cliente no percibe la diferencia. Paga, consigue una factura y ya está. Quien la emite si sabe si suma lo cobrado a un lado de la pantalla o al otro. El debe y el haber tiene una réplica en negro. El desfalco cutre es como el de las grandes fortunas pilladas in fraganti pero al céntimo. Los registros de Hacienda constatan que el programa informático en cuestión está extendido, y que sus autores han logrado un éxito anónimo y lucrativo. Existe lo que los entendidos han bautizado como 'phantonware' cuando el programa se encuentra en el terminal del punto de venta, y el 'zapper' cuando el programa es de quita y pon, de los que se llevan en el bolsillo en una simple memoria USB.

El grado de automatización del programa es variable. Explican que algunos son casi de tipo inteligente, de los que eligen las operaciones a ocultar, que mantienen la correlación de los tíquets de caja, que elimina ingresos poco a poco pero manteniendo la coherencia global de ingresos y gastos para mostrar un balance de situación perfectamente equilibrado.

En el caso del 'phantomware' el programa permite acceder de una manera preestablecida a un menú especial B para que el operador decida si lo que cobra existirá en los libros contables o directamente en su bolsillo. El menú de la corrupción permite darle la vuelta a la cuestión fiscal y decidir la cantidad que ese día quieres aportar a la Hacienda de todos. El programa rehace la actividad de caja ajustándola a los deseos del defraudador.

La Policía ya ha aprendido. La combinación de teclas secreta para llegar a las opciones B es descubierta más o menos fácilmente y el negocio queda al descubierto. En el sistema 'zapper' la cuestión todavía es compleja. Las pruebas son más difíciles de evidenciar salvo confesión del defraudador, la contabilidad en el terminal del punto de venta (la caja) será correcta. Al final, todo indica que el fraude es rentable para la mayoría, el pago de multas es raudo y la detección del dichoso programa informático no para de aumentar.