El intermedio del fin de semana había dado tiempo a los inversores europeos a interpretar por qué Wall Street cerró el viernes con un tinte claramente rojo. Se ha dado verosimilitud a que la Reserva Federal puede aún revisar al alza los tipos de interés este mismo mes, pese a la previsión dominante hasta la semana pasada de que esa decisión se posponía a las elecciones del 8 de noviembre. Pero poco a poco, en Wall Street se implantó la tesis de que si había aparecido otro gobernador de banco emisor como el de Boston, Eric Rosengren, que también insinuaba que era mejor una subida suave ahora que una brusca más adelante, quizá era la hora de cotizar ese riesgo. Y así cerró Nueva York a la baja, y esa oleada se extendió a todos los índices europeos. En este contexto, el Ibex 35 se ha dejado un 1,76%, hasta los 8.864 puntos.

A los argumentos del lado de EEUU de que pese a los datos poco alentadores de empleo y del sector servicios en el mes de agosto, además de la detección de que hay títulos sobrevalorados para los beneficios que se esperan, del lado europeo se añade que la decisión poco activa del BCE en los estímulos a la economía europea justifican la senda bajista general.