Faltan unos minutos para las cuatro de la madrugada y en una reformada nave de Mercavalencia empieza a acelerarse la actividad hasta que vuelan las lechugas. Así será hasta las ocho. A un lado, agricultores, entre 80 y 140 por sesión y unos mil diferentes en total, ejerciendo de intermediarios. Al otro, propietarios de tiendas, paradas de mercado o restaurantes. Es la milenaria ‘Tira de Comptar’.

El problema de los bajos precios en origen no es nuevo y alguna de las soluciones, tampoco. Una de ellas está en Valencia y tiene más de mil años, pues arrancó en la época árabe aunque la oficializó el rey Jaume I en 1238.

Se trata de un derecho concedido a los agricultores de las huertas de la ciudad para que puedan vender directamente sus productos. Tanto peso tenía en la ciudad que la abolición de los Fueros que impuso Felipe V acabó con las versiones que Pere el Cerimoniós exportó a Barcelona y a Mallorca pero no con la de València. Adaptada a los nuevos tiempos, resiste y se presenta como ejemplo de sostenibilidad.

Con este sistema se venden al año entre treinta mil y cuarenta mil toneladas de productos frescos a pocos metros de donde compran los mayoristas. Los precios los pone el agricultor según la oferta y la demanda pero todos ganan. Los que compran se llevan un producto de primera calidad recién cosechado a un precio razonable y los que venden un pequeño margen que les permite sobrevivir.

“Si no vendiéramos en la Tira no podríamos vivir de esto”, cuenta a El Periódico, Pepe Velarte. “Nos evitamos el intermediario, haciendo también ese trabajo”, apunta mientras mueve cajas a la velocidad del rayo. Las lechugas van hoy a 35 céntimos la unidad .“Nos cuesta producir cada una entre 15 y 20 céntimos que sería lo que nos pagaría una gran superficie. La diferencia nos permite sobrevivir”, explica. En total, en su empresa son cinco empleados.

Pero todo a costa de hacer dos trabajos. Él se levanta todos los días a la 1 para llegar a esta nave media hora después y salir sobre las ocho. .. para irse al campo hasta bien entrada la tarde. “Es que esto no son tornillos, hay que plantar, regar, controlar plagas, quitar las malas hierbas”, desgrana. Y luego volver a cargar el camión para la siguiente madrugada. “No tenemos vida social”, lamenta.

Ni quiere este trabajo para su hija ni cree que le vaya a llegar. Rodeada de cebollas, que en unos meses serán sandias, Carmen tiene claro que o cambian mucho las cosas o esto se acaba y luego llegarán los lamentos. “Todo lo controlarán cuatro grandes superficies y al consumidor le tocará entonces pasar por el aro que digan”, advierte. Ya no es que no se busque calidad, es el que consumidor lo que quiere es abrir un bote y comer, lamenta.

Esta madrugada los manojos de cebollas van a 70 céntimos pero no es lo normal. “Es un año excepcional porque el agua ha hecho mucho daño y no hay en los campos. El año pasado estaba a 50. Yo me he cansado de vender cajas a tres euros”, explica. Ahora van a 7,5 “pero es que el próximo año el agua te puede caer a ti”, recuerda.

Mientras despacha espinacas, María afirma que del campo “se vive mal” pero que gracias a la Tira “se vive”. “Pero no habrá otra generación, cuando se acabe esta, se acabará”, coincide mientras pacta el precio de tres cajas de alcachofas.

Uno de sus clientes habituales es Usman. Originario de Pakistan, llegó a España hace 16 años siguiendo. Ahora él tiene tres tiendas en el centro de València, que, admite, van muy bien. “Compro por el precio, porque el producto es muy bueno y por el horario. Venir tan pronto me permite que a las nueve ya esté todo en la tienda y poder empezar a vender”, explica.

Asequible pero no gratis

Asequible pero no gratisPara comprar aquí hace falta ser profesional, poder vender aquí es asequible pero no gratis. Pueden hacerlo autónomos al corriente de pago o jubilados con rendimientos agrarios demostrables. Tienen que demostrar que son propietarios o arrendatarios de campos y registrar los productos que van a vender.

Después deben pagar una cuota de 80 euros cada dos años, que en el caso de aquellos que sean miembros de la Sociedad de Agricultores de la Tierra se les compensa parcialmente. También abonan por acceso, que va desde el 1 euro al día para un vehículo ligero a los 6,5 de un trailer pero que se puede rebajar con bonos. Lo mismo pasa con las tarimas donde sitúan la mercancía, por la que cada jornada pueden pagar entre 4,2 y 9,7 euros. “Todo son gastos”, resume María.

La ‘Tireta’

La ‘Tireta’Impulsada por el Ayuntamiento de València para ayudar a la supervivencia de la huerta que rodea la ciudad, la Tira tiene una segunda versión, destinada a los agricultores aún más pequeños. Para ellos hay reservados unos sitios en dos mercados municipales, el del Cabanyal y el de Mossen Sorell, y la idea es que pronto tengan sitio en otros tres para que puedan vender directamente al público.