El aceite que sale de la piedra, más conocido como petróleo (petroleum ), alimenta la economía. El mundo actual depende de esta fuente energética, menos que en las crisis de los 70, pero su peso es aún tan importante que casi se le podría denominar aceite de la vida.

El mundo absorbe al día unos 1.000 barriles por segundo, el equivalente al depósito de 3.000 coches de gama media, un 25% más que 10 años atrás. De los 169 litros de derivados que salen de un barril de crudo (159 litros), dos tercios son gasóleos y gasolinas. Y es que el transporte, que carece de alternativa de combustible a medio plazo, copa el 68% de la demanda, un 40% más que 10 años atrás.

Los precios no paran de subir porque la producción a duras penas sigue el ritmo del consumo. "Desde el 2004, los contratos de futuros del petróleo a cinco años se cierran a niveles de 60 a 70 dólares, que contrastan con los 20 a los que se cerraban entre 1990 y el 2004", dice Mariano Marzo, catedrático de Recursos Energéticos. Es un ciclo alcista estructural con crecimiento de países ricos como EEUU, primer consumidor mundial, y emergentes (China).

Un sector devorador

El crudo no lo engulle la industria que, tras las crisis de los 70, redujo su dependencia, sino el transporte. "Coches, vuelos baratos... están en constante crecimiento y son los principales demandantes de crudo y carecen de sustitutivo por más que suban los precios", afirma Marzo. Más del 95% del transporte depende del petróleo.

Igual se manifestaba el presidente de Repsol, Antoni Brufau, en una conferencia dada recientemente. "En la OCDE, la resistencia del consumo a caer ante los precios elevados se explica porque el peso en el consumo final del sector del transporte no deja de crecer. La gasolina y el diésel no tienen sustitutivos y su demanda es muy ineslástica", decía al auditorio.

Los principales consumidores --los países más industrializados-- no son los mayores productores y viceversa. Los intereses de cada parte son distintos. Tras las crisis de los 70, los productores, después de invertir para cubrir el alza de la demanda, se vieron con capacidades ociosas porque los países consumidores redujeron su dependencia del crudo. Y las inversiones bajaron. Hasta hoy, en que se les pide que inviertan, pero sin garantía de que la demanda no vaya a reducirse. Un círculo vicioso.

Hay quien ve un lado positivo, como Gregorio Izquierdo, director del Servicio de Estudios del Instituto de Estudios Económicos. En su opinión, el encarecimiento del crudo "tiene el efecto benéfico de estimular las energías alternativas y los programas de eficiencia y ahorro".

Esa receta la aplicaron todos los países desarrollados tras las crisis de los 70, menos España. Su dependencia del crudo es superior al 80%. Marzo tiene un símil para definir la situación que, dado el peso del transporte, se ajusta bien. "Es como subir por una pendiente con un coche, sin rueda de recambio y sin saber dónde está la próxima gasolinera". Un transporte muy crudo.