Los Veintisiete tratarán de demostrar la próxima semana que son capaces de adoptar un enfoque común ante la crisis financiera, una vez que han constatado que las entidades europeas no van a salir indemnes de ella y que son necesarias medidas políticas para devolver la normalidad a los mercados.

Que la crisis no se va a quedar al otro lado del Atlántico ha quedado claro en los últimos días, cuando varios gobiernos europeos han tenido que salir al rescate de entidades que, afectadas por las turbulencias y por la pérdida de confianza de los inversores, se encontraban al borde de la quiebra.

El Reino Unido nacionalizó Bradford & Bingley, Alemania tuvo que habilitar 35.000 millones de euros para salvar a Hypo Real Estate, Francia, Bélgica y Luxemburgo anunciaron que inyectarán 6.400 millones a Dexia, y Holanda, Bélgica y Luxemburgo acordaron dividir el gigante bancario y de seguros Fortis para evitar su hundimiento.

Además, Irlanda decidió garantizar todos los depósitos bancarios de los seis bancos más grandes del país, para frenar su bajada en bolsa. La decisión irlandesa ha provocado irritación en otros países de la UE, especialmente el Reino Unido, y ha hecho que cobren fuerza las llamadas a una acción coordinada de los Veintisiete.

El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, ha insistido en los últimos días en que una crisis tan grave como la actual no puede resolverse con medidas a escala nacional y en que, para garantizar la estabilidad y restaurar la confianza en la economía europea, es fundamental que los 27 hablen con una sola voz.

El encuentro que ayer reunió en París a los líderes de Francia, Alemania, Reino Unido e Italia y al que también asistieron Durao Barroso y los presidentes del BCE, Jean-Claude Trichet, y del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, sentó algunas bases de esa estrategia común, pero está por ver si es posible poner de acuerdo al resto de Estados miembros en torno a los mismos principios.

El encuentro mensual de ministros de Finanzas de los 27 (Ecofin), que tendrá lugar el martes en Luxemburgo, será la primera ocasión para comprobarlo.

La situación económica es el punto principal de la agenda del Ecofin y también de la reunión que celebrarán el día anterior los ministros de la eurozona (Eurogrupo).

En la minicumbre organizada en París por el presidente francés, Nicolas Sarkozy, los cuatro miembros europeos del G8 estuvieron de acuerdo en hacer lo necesario, a corto plazo, para evitar quiebras bancarias en la UE, con medidas a escala nacional pero en coordinación con el resto de Estados miembros.

También consideraron que la Comisión Europea deberá mostrar "flexibilidad" en la interpretación de las reglas de la competencia al examinar las inyecciones de dinero público.

Las cuatro potencias se comprometieron, asimismo, a analizar el papel de los directivos de las entidades que sean objeto de asistencia pública.

A más largo plazo, apostaron por revisar el sistema de funcionamiento del sistema financiero global, adaptando la regulación a los cambios que ha sufrido en los últimos años y reforzando el papel de las instituciones internacionales.

A pesar de la preocupación generalizada por los efectos de la crisis, en el encuentro del martes se volverá a poner de manifiesto la dificultad de que 27 Estados miembros que en ocasiones tienen intereses contrapuestos pacten pautas comunes de actuación.

Los ministros deben discutir la propuesta de la Comisión Europea para modernizar la regulación de las entidades aseguradoras, que prevé nuevos requisitos de solvencia y la creación de "colegios de supervisores" encargados de controlar a las compañías que operan en varios Estados miembros.

Por el momento, la iniciativa tiene escasas posibilidades de salir adelante, dado que España y otros once países -que forman una minoría de bloqueo- se oponen frontalmente a este modelo de supervisión, temerosos de ceder las tareas de vigilancia de entidades que operan en su territorio a la autoridad donde está la sede de la compañía.