Después de perder casi un 7% en la jornada del lunes negro, la Bolsa de Nueva York protagonizó ayer una notable recuperación, con una subida del 3,5% en su índice Dow Jones.

Los inversores están convencidos de que los políticos acabarán aprobando el plan de rescate bancario, más allá de las conveniencias electoralistas de corto plazo. En los mercados se da por seguro que una vez que cada congresista ha demostrado ante su demarcación electoral las reticencias que mantiene ante la propuesta de Henry Paulson, las cosas cambiarán y la iniciativa obtendrá la luz verde. Tras el lunes negro en Washington, Bush volvió a hablar ayer y prometió a los ciudadanos de EEUU "y del resto del mundo" que el voto contrario en el Congreso no es "el fin del proceso legislativo".

Es decir, que en el Capitolio (paralizado por una festividad judía) y en la Casa Blanca se continúa trabajando para que esta semana ambas cámaras pueden aprobar el millonario plan de rescate. El que apareció ante las cámaras fue un Bush con aspecto agotado, hundido en las encuestas de popularidad y a quien la rebelión del ala más derechista de su partido ha convertido en un pato cojo casi irrelevante en el argot político estadounidense. "La realidad es que estamos en una situación urgente y que las consecuencias empeorarán cada día si no actuamos", dijo el presidente, que recordó que el lunes Wall Street tuvo pérdidas valoradas en un billón de dólares, una cifra que supera el importe del plan de rescate.

Pero por mucho que Bush insista en que el plan no está enterrado, lo único que salió ayer del Capitolio fue la voluntad de ambos partidos de, una vez más, salvar sus diferencias partidistas y sus miedos electorales para encontrar una salida a la situación. Sin nuevas ideas surgidas de Washington, ayer, la crisis de liderazgo no solo afectó al presidente: la rebelión del ala más izquierdista demócrata y del ala más derechista republicana hundió a los centristas de ambos partidos, cogiendo por sorpresa a unos líderes de la Cámara de Representantes que no daban crédito a lo que sucedió.

DEFENSA SIN VIGOR Y la crisis de liderazgo también salpica a la campaña, donde Barack Obama y John McCain defendían ayer la necesidad del plan de rescate con un vigor que brilló por su ausencia durante el debate que ambos protagonizaron el viernes, sus discursos el fin de semana y el mismo lunes. Ambos saben que el plan es impopular; Que lo que está sucediendo marcará la decisión de muchos votantes el 4 de noviembre, y ambos pensaban, como todos, que el plan saldría adelante en la Cámara de Representantes. De ahí su tibio apoyo, que se trocó en acusaciones mutuas tras el rechazo de los representantes.

Pero las cosas han cambiado. Ayer los dos hablaron por teléfono con Bush y coincidieron en casi todo: en que la inacción por parte del Congreso no es una "opción" e incluso en una medida concreta: incrementar de 70.000 a 175.000 euros el monto de los depósitos bancarios garantizados por el Estado.