José Luis Rodríguez Zapatero escuchó el pasado miércoles al líder del PP, Mariano Rajoy, denunciando en los pasillos del Congreso que la reforma laboral que aprobará el miércoles por decreto el Gobierno acumula dos años y medio de retraso. Y ayer quiso matar dos pájaros de un tiro y devolverle la pelota solemnizando al mismo tiempo la trascendencia del momento que se vivirá, en su opinión, la semana que viene. "No llevamos esperando dos años, sino dos décadas, ya que un cambio de esta profundidad en el modelo laboral español no se ha vivido en 25 años", aseguró.

El presidente aprovechó su visita institucional a Roma para visitar en una misma mañana al papa Benedicto XVI y al primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, para investirse de autoridad y coger el toro de la reforma laboral por los cuernos, una vez que se ha constatado el fracaso del diálogo social. "Tenemos muy claras las cosas y vamos a ejercer nuestra responsabilidad para aprobar una reforma sustancial y con perspectivas de futuro, que tenga vigencia más allá de 6 u 8 años", sentenció.

Zapatero quiso pasar página lo antes posible para no fomentar el desánimo ciudadano y confirmó que la propuesta final del Ejecutivo ya está lista y se entregará hoy a los agentes sociales para que la estudien el fin de semana. Pero hay una diferencia también sustancial en referencia al proceso que se había seguido hasta ahora: las negociaciones con los sindicatos y los empresarios ya han acabado y ahora solo se les está consultando.

El jefe del Ejecutivo explicó que los dos conceptos básicos en los que se centrará el documento serán la creación de empleo y que este sea más estable. "Tenemos demasiados parados y un excesivo número de empleados temporales y en situación precaria", resumió. Sobre los apoyos en el Congreso, Zapatero indicó que el Gobierno está abierto "al diálogo". "Pido a todos los partidos su apoyo, ya que cuantas más adhesiones tengamos, más confianza habrá sobre el éxito de la reforma", añadió.