A ocho meses de las elecciones al Parlamento Europeo (en mayo del 2019) y de su colofón que es el nombramiento del presidente de la Comisión Europea (CE), empiezan los movimientos para tomar posiciones. El primer país en hacerlo públicamente ha sido Alemania, con el objetivo de colocar a un político germano al frente de la CE en sustitución del luxemburgués Jean-Claude Juncker cuyo mandato concluye con la legislatura. El candidato conservador es Manfred Weber, presidente de grupo parlamentario popular del Parlamento Europeo (PPE). Alemania goza hoy de un gran peso en Europa que aún quiere reforzar más. Los tiempos en que aquel país era un gigante económico, pero un enano político, ya llegaron a su fin. Hoy es la gran potencia económica y política de la UE.

Con la candidatura de Weber, que debe ser confirmada en el congreso del PPE este noviembre, en Helsinki, Alemania se adelanta a cualquier otro movimiento de pieza dentro del conglomerado popular europeo en el que podría haber otros candidatos (el francés Michel Barnier y el finlandés Alex Stubb) y toma ventaja ante los otros grupos de la Eurocámara.

En clave de política interna alemana, la apuesta por el bávaro Manfred Weber implica acallar la disidencia del partido hermano de la CDU, la CSU, que ha sido el gran factótum político de Baviera. En los últimos tiempos, y a cuenta de la problemática de la inmigración, ha manifestado su aspecto más revoltoso y su cara más desagradable con el planteamiento de propuestas xenófobas y de reforzamiento de la identidad bávara frente el islam. Su posición se ha manifestado en medidas como la obligatoriedad de colgar crucifijos en todos los lugares públicos de aquel rico ‘land’ alemán.

Sin embargo, la candidatura del político bávaro --con un largo recorrido en la Eurocámara, pero sin experiencia de gobierno- envía un mensaje poco alentador precisamente por pertenecer a aquella fuerza bávara cada vez más escorada hacia el populismo. El PPE se define como la familia política europea de centro-derecha, pero acoge a fuerzas netamente de derecha, incluso ultra. Es el caso de Fidesz-Unión Cívica Húngara, el partido del primer ministro Viktor Orbán, o el Partido Democrático Esloveno, del exprimer ministro Janez Jansa, que han adoptado un discurso netamente ultraderechista.