La tendencia a la baja de turistas en España ha quedado confirmada. Por primera vez desde el 2010, el verano ha cerrado sin llegar al tope de turistas. La caída estaba prevista. De hecho, los récords de los años anteriores se habían conseguido por el declive de otros países competidores, en especial Turquía, Túnez y Egipto. La recuperación de estos mercados, contra los que es casi imposible rivalizar en precio, explica la curva descendente en la que hemos entrado. Los números son preocupantes, ya que a nadie se le escapa que estamos hablando de un sector fundamental para la economía española, pero las cifras también muestran otra cara de la moneda más alentadora, ya que el descenso en el número de visitantes ha quedado en parte compensado por el aumento del gasto de los viajeros. La apuesta por un turismo de calidad es el gran desafío. Para superar el turismo low cost es necesario trazar una estrategia basada en el entendimiento entre el sector público y privado, en la segmentación del turismo y en la oferta de atractivos que vayan más allá de las playas. Gastronomía, naturaleza y cultura son algunos de los focos a los que prestar más atención. Una gestión inteligente y sostenible del turismo no solo puede evitar su cara más depredadora, sino que contribuye a generar riqueza en el territorio y reducir las desigualdades. Quizá el descenso de visitantes sea la espoleta para trabajar en la dirección más satisfactoria para el conjunto de la sociedad.