Después de años de crecimiento eufórico, la crisis económica en España desencadenó el comportamiento contrario: familias y empresas redujeron gastos y frenaron inversiones, a la vez que la banca cerraba el grifo del crédito. Empezó entonces un proceso de desendeudamiento que no ha tocado a su fin hasta casi una década después. El pasado junio, el sector privado aumentó su financiación externa el 0,58% respecto a mayo (hasta los 1,59 billones de euros), y un 0,1% respecto a un año antes. Por primera vez desde el año 2010, el saldo de préstamos de la banca a hogares y empresas creció en términos mensuales (el 0,95% más). Unos tímidos porcentajes que, sin embargo, apuntan a un cambio de tendencia.

Que familias y empresas vuelvan a recurrir en términos generales al crédito podría atribuirse a que las perspectivas económicas son ahora mejores. Si la demanda privada y las inversiones echan el freno, la economía se resiente. Si la rueda vuelve a girar, los beneficios se extienden a todos los sectores. Sin embargo, las experiencias del pasado invitan a extremar la prudencia.

El pasado junio se concedieron el 18,7% más de hipotecas que 12 meses antes, el 14,9% más de créditos al consumo y el 3,2% más de préstamos a empresas. El aumento del crédito al consumo se explica en parte porque las entidades bancarias están relajando los criterios de aprobación de préstamos y de las condiciones aplicadas.

Los bancos aseguran que son prudentes en la concesión de créditos, pero los supervisores ya han lanzado advertencias que no deben ser desoídas. En un entorno de tipos de interés bajos como el actual, apuntó el Banco de España, bien podría ser que las entidades busquen mejores rentabilidades a costa de asumir mayores riesgos. Y la Comisión Europea y el Banco Central Europeo, en el informe periódico que elaboran desde el rescate bancario de España en el 2012, han advertido también de que los bancos pueden verse inducidos a otorgar créditos «más arriesgados». La vigilancia será estrecha, avisan las instituciones.

Una restricción estricta de los préstamos trunca proyectos que harían avanzar la economía, pero es imperativo no volver al extremo opuesto, como en tiempos de la burbuja inmobiliaria, que acabó con tasas de morosidad insostenibles. Es hora de comprobar si se ha aprendido de los errores del pasado.