Si la subida de aranceles de EEUU a las importaciones chinas --respondida por Pekín con la consiguiente subida de aranceles a productos estadounidenses-- sonaba a conflicto lejano para la mayoría de consumidores, la negativa de Google y otras tecnológicas estadounidenses a vender componentes y servicios a Huawei ha acercado la guerra comercial entre EEUU y China a la vida diaria de millones de personas. Los usuarios de Huawei --segundo vendedor de smarphones del mundo, tras Samsung-- se han encontrado de un día para otro con la duda de no saber si su móvil seguirá funcionando en el futuro.

La compañía china intenta tranquilizar a sus clientes afirmando que la ruptura comercial afectará a los aparatos que se fabriquen a partir de ahora, y que los actuales dispositivos seguirán contando con la tecnología y las actualizaciones de Google, aunque es difícil que puedan acceder a las futuras nuevas versiones de su sistema operativo Android. No es descartable que Huawei lance su propio sistema operativo para hacer frente al embate estadounidense, aunque lo más probable es que sufra una caída de ventas, dado el dominio de Android en el mundo (en España, lo tienen nueve de cada 10 teléfonos inteligentes). La decisión de las compañías tecnológicas de EEUU de romper con Huawei trasciende toda lógica de mercado. Si pierden a uno de sus mejores clientes es por una directiva de Donald Trump, aprobada la semana pasada, que prohíbe a las empresas estadounidenses hacer negocios con firmas extranjeras sospechosas de espionaje. El presidente alega razones de seguridad nacional, aunque aún está por demostrar que Huawei espíe a EEUU. De lo que no hay ninguna duda es que la compañía de Shenzhen está ganando la carrera de la tecnología 5G, que supondrá una revolución en todos los campos, y que Trump no quiere que esté en manos chinas.

La subida de aranceles y el intento de asfixiar a Huawei son decisiones de una misma guerra comercial, que no es más que una manera de frenar el avance económico y político de China, visto como una amenaza para Estados Unidos. Sin embargo, la lucha por esta hegemonía mundial no debería dejar como rehenes a millones de consumidores. Una vez más, Trump evita el marco multilateral --en este caso, de la Organización Mundial del Comercio-- con medidas unilaterales que alteran la libre competencia y dejan a los ciudadanos más desprotegidos.