La ralentización de la economía europea es un hecho. Las negativas perspectivas de algunos países (sobre todo Italia, pero también Alemania) han obligado a la Comisión Europea a rebajar las previsiones del crecimiento de los países de la UE: un 1,9% en el 2019 y un 1,6% en el 2020. España no es inmune al empeoramiento de las perspectivas y Bruselas augura una desaceleración que sitúa la previsión de crecimiento español de un 2,1% en el 2019 y un 1,9% en el 2020. España continuará creciendo muy por encima de la media de la zona euro y del conjunto de la UE, con lo que la preocupación de la Comisión se centra en otros países, sobre todo Italia. La previsión de crecimiento del PIB de ese país pasa del 1,5% previsto por el Gobierno italiano en noviembre al 0,2% que le augura la Comisión, un descenso que lastra el crecimiento europeo y que hace temer un efecto contagio al resto de la zona euro. La deuda italiana es de las más altas de Occidente, y su déficit ya fue motivo de agria polémica entre Bruselas y Roma. El Ejecutivo italiano, fiel a su carácter populista, reacciona a las previsiones con el desdén habitual, y afirma que continuará con las medidas de gasto público previstas pese a las admoniciones de Bruselas. Visto desde España, la situación italiana y, en general, el debilitamiento de los vientos de cola que han impulsado el crecimiento español generan preocupación. Las perspectivas siguen siendo buenas, pero los nubarrones crecen.