En el 2006, se vivió la llamada «crisis de los cayucos» con la llegada a las islas Canarias de más de 32.000 personas procedentes de Senegal, Mauritania y Marruecos, en barcas de pesca o pateras. En este 2020, esta ruta de acceso se ha reactivado de manera notoria, con más de 4.000 rescates entre septiembre y octubre, y con una cifra global que supera las 16.000 personas, sin contar, por supuesto, todas aquellas que han perecido por naufragios. La ruta migratoria hacia Canarias, la más peligrosa, a estas alturas, para llegar a territorio europeo, no solo es utilizada por inmigrantes subsaharianos sino que se ha visto acrecentada especialmente por ciudadanos marroquís y de otros países de la zona que sufren los efectos tanto de una sequía severa como de la pandemia.

El campamento de la vergüenza en el muelle de Arguineguín está hasta los topes, a punto de explotar. Igual que la tensión que allí se ha generado estos días. Las incesantes llegadas de migrantes de las últimas jornadas han provocado que se acumulen más de 2.186 personas, a pesar de que las instalaciones solo están preparadas para acoger a 420. Este último fin de semana llegaron casi 500 personas en 13 pateras. La saturación condena a los migrantes a pasar el día y la noche sin la protección de las carpas de Cruz Roja, les obliga a estar hacinados en un punto, y a compartir los pocos baños que existen. Con este escenario es normal que salten chispas.

En el campamento se han vivido escenas de tensión entre parte de sus ocupantes y la policía. Los agentes dispersaron a porrazos a un grupo de jóvenes magrebís que intentaban recuperar artículos personales de las pateras amarradas al puerto. Mientras, continúa en el aire la promesa de cerrar el muelle de Arguineguín que realizó hace días durante su visita a las Canarias el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. «Será en breves semanas», anunció. Sin embargo, todavía hoy el Gobierno no baraja fechas para acabar definitivamente con este campamento-pesadilla.

Las soluciones propuestas siguen siendo las mismas. Carpas en los muelles o habitaciones en hoteles ahora cerrados, retornos forzosos al territorio de origen, control policial y resistencia a la acogida.

Desbordados por la llegada masiva, la solución inmediata pasa por salvar vidas e incrementar los efectivos de Salvamento Marítimo. A medio plazo, no solo políticas humanitarias sino efectividad en las ayudas económicas al desarrollo.