Otro pleno simbólico, otra votación sin más razón de ser que la reafirmación ideológica y alimentar el estéril relato legitimista de una parte del bloque independentista. Y otra jornada más en la que Cataluña sigue sin tener un Gobierno efectivo, que es lo que propugnó el presidente del Parlamento catalán, Roger Torrent, en su ya lejano discurso de toma de posesión. Junts per Catalunya, ERC y la CUP instaron en la Cámara legislativa a que se reconozca el derecho de Carles Puigdemont, Jordi Sànchez y Jordi Turull a convertirse en presidentes de la Generalitat y a la liberación de los políticos catalanes que están presos, este último punto, con el apoyo de Cataluña en Común. Pero el pleno, más que para que el independentismo enviara un mensaje unitario, sirvió para evidenciar las dos corrientes que lo forman y que hacen que, en estos momentos, nadie pueda descartar que el reloj de la investidura acabe agotándose y que los catalanes vuelvan a ser convocados a las urnas.

Existe, por una parte, la facción independentista que parece impermeable a la realidad, compuesta por la CUP y una parte de JxCat. Desde el estrado, Carles Riera pareció olvidarse de que anunció que no pactaría más con los otros partidos independentistas y exigió a los otros partidos investir a Carles Puigdemont pese a la prohibición del Tribunal Constitucional. La desobediencia también es la apuesta de parte del grupo parlamentario de JxCat. Al otro lado, ERC y diputados del PDECat promulgan investir a un presidente que pueda gobernar de manera efectiva. La resolución aprobada en el Parlament alimenta el discurso irredentista (en un momento en que la tensión en la calle exige responsabilidad y no más gasolina retórica) pero fuera de los focos se sigue negociando la investidura de un presidente autonómico. Pero pasan los días, las semanas y los meses y el debate de fondo dentro del independentismo sigue siendo el mismo: o aceptar la realidad (lo cual no implica estar de acuerdo con las decisiones judiciales ni renunciar a oponerse a ellas dentro de los límites de la ley) o fomentar el discurso ilusorio de la restauración del Gobierno depuesto al amparo del artículo 155 y de la nonata república. La sesión del Parlamento catalán del miércoles fue la enésima escenificación de esta división. Mientras, Cataluña sigue sin Gobierno y, por tanto, con el artículo 155 en vigor.