El último paso de Donald Trump en la aplicación de su programa proteccionista sumerge a la economía global en un mar de incógnitas. Al elevar 15 puntos los aranceles de productos importados de China -del 10% al 25%-, el comercio internacional se adentra por un sendero desconocido con final incierto, que en Europa afecta de momento al comportamiento a la baja de las bolsas de referencia. Mientras la Casa Blanca justifica con la buena marcha de la economía estadounidense la penalización de una parte de las compras en China -200.000 millones de dólares- para resguardar el dinamismo de la industria y los servicios propios, el propósito de Pekín de responder con idéntica moneda amenaza con dañar las exportaciones a China de los agricultores y de las empresas de EEUU.

El recrudecimiento de la guerra comercial está llamado a tener repercusiones planetarias, dado el nivel de integración de las cadenas de producción en la economía globalizada. Los mercados están nerviosos y todo el mundo parece tener prisa por encontrar una solución. Todo el mundo menos Trump. Los nuevos aranceles, que pasan del 10% al 25%, afectan a 5.700 categorías de productos, desde bienes de equipo a productos de consumo como los muebles o los aparatos de aire acondicionado. Con este nuevo incremento, Washington ha impuesto ya aranceles al 50% de las importaciones chinas, una estrategia que está utilizando para que Pekín acepte sus términos en el acuerdo que negocian las dos delegaciones.

Lo cierto es que el Fondo Monetario Internacional teme que la guerra comercial en ciernes afecte al crecimiento mundial, perjudique a los consumidores y contraiga el mercado de trabajo. Puede en parte comprenderse la pretensión estadounidense de que se revisen las condiciones que pactó China para ingresar en la Organización Mundial de Comercio, pero la presión de Trump entraña riesgos de todo tipo, incluido un enfriamiento general de la economía y la vuelta a fórmulas proteccionistas generalizadas que remiten al pasado. Es cierto que China ha hecho con frecuencia una interpretación sui géneris de la libertad de comercio, pero el programa de aumento de los aranceles presagia un choque de trenes.