El primer gran debate ante el 28-A, celebrado en RTVE, tuvo sobre todo una virtud: los candidatos se enfrentaron entre ellos, especialmente en el bloque destinado a la política territorial, pero no hubo insultos. Los cuatro líderes orillaron las descalificaciones personales (aunque Pablo Casado y Albert Rivera no se abstuvieron de hacerlo con Quim Torra) para plantear sus propuestas. No fue un debate de guante blanco, como había pedido Pedro Sánchez, pero los intercambios dialécticos se mantuvieron en un tono razonable excepto cuando subió la temperatura al abordar dos temas, Cataluña y la corrupción, donde Sánchez se empleó a fondo.

El candidato del PSOE se esforzó por no entrar a los muchos trapos que le lanzaron Casado y Rivera, defendió su labor en los 10 meses que ha gobernado y dejó para la audiencia algunas frases-tótem: «el detector de verdades», ante lo que denunció como mentiras repetidas, sobre todo de Casado; «el trío de Colón», para unificar el mensaje de las dos derechas presentes y de la tercera ausente, Vox, de la que alertó del peligro que representa; y la definición de la sede del PP en la calle de Génova como «el gran bazar de la corrupción».

Las intervenciones de Casado fueron una continua reivindicación de los gobiernos de su partido y su contraposición a la «catástrofe» socialista en todos los ámbitos. Albert Rivera, que comenzó con gran agresividad, aparentó solo por un momento querer recuperar su antiguo papel de bisagra porque, en contra de lo previsto, criticó también al PP (las subidas de impuestos de Cristóbal Montoro y la cárcel de Rodrigo Rato, por ejemplo). Pero sus mayores invectivas las lanzó contra Sánchez a propósito de Cataluña y de los supuestos indultos a los independentistas, que Casado y Rivera dieron por seguros. Y aunque Rivera no logró que Casado aceptara explícitamente un Gobierno de coalición constitucionalista, una de las conclusiones claras del debate es la disposición absoluta de ambas fuerzas a colaborar contra Sánchez como único objetivo.

Pablo Iglesias, el enterrador del régimen del 78, fue, curiosamente, quien más exhibió y citó la Constitución y quizá, junto a Sánchez, el más moderado de los cuatro. Imploró que Sánchez negara un eventual pacto con Ciudadanos, sin conseguirlo, y se ofreció para gobernar cuatro años emplazando a la gente a que no le voten nunca más si no cumple sus promesas. Un reto ante tantas mentiras, que sí que acudieron al debate.