Con la solemidad que otorga el cargo de presidente del Parlamento catalán --el más alto que ostenta ERC--, Roger Torrent desgranó el jueves en una conferencia en Madrid el posicionamiento político de ERC: un «pacto de claridad» a la quebequesa para celebrar un referéndum en Cataluña. Huyendo de la retórica más encendida del independentismo (las referencias continuas a los presos y al «mandato del 1-O», por ejemplo), el discurso de Torrent fue muy diferente de los que suele pronunciar el presidente de la Generalitat, Quim Torra. Rechazó la vía unilateral y exhortó a Pedro Sánchez a negociar un referéndum para devolver el conflicto a cauces políticos.

En vísperas de la sentencia del ‘procés’, cabe apreciar el intento de ERC de restar emotividad al contencioso político y de explorar nuevas vías de diálogo. Aún así, la propuesta de Torrent (que no es nueva en el panorama político catalán, donde hace tiempo que se habla del pacto de la claridad quebequesa) llega en un contexto poco propicio. De entrada, ha ocasionado el enésimo desencuentro entre ERC y Junts per Catalunya (JxCat). Los posconvergentes, liderados desde Waterloo, se resisten a abandonar la apuesta unilateral que fue el alma de los acontecimientos del otoño del 2017, desde las leyes del referéndum y transitoriedad aprobadas el 6 y 7 de septiembre hasta la DUI del 27 de octubre, pasando por la propia consulta del 1 de octubre. La vía quebequesa por la que ahora aboga ERC rompe esta vía y aleja aún más al independentismo de la unidad de acción. Las asociaciones, en especial la ANC, tampoco están por abandonar la vía unilateral. Menos aún en vísperas de la sentencia del juicio del ‘procés’ que muchos temen que será muy dura.

En el Gobierno español, destinatario del moderado discurso de Torrent, tampoco hay ánimo receptivo. Josep Borrell recordó lo que ya se ha convertido en una obviedad: que no hay ninguna posibilidad de que el Gobierno que preside Pedro Sánchez acepte negociar un referéndum de autodetermininación. Sánchez decía lo mismo antes de la última convocatoria electoral, así que esta postura no está vinculada al complejo proceso de investidura. Sin apoyo mayoritario en el campo independentista, y ante el no rotundo en el Gobierno, la propuesta de ERC no tiene visos de prosperar. Pero ahí está, y su valor ahora es otro: marca el inicio de un cambio de etapa. La sentencia cerrará la etapa unilateral, y la propuesta de ERC es el primer posicionamiento de una nueva fase.