El incendio en confusas circunstancias de dos barcos petroleros a las puertas del estrecho de Ormuz, rumbo a Taiwán y Singapur, respectivamente, ha incrementado la tensión en la zona, singularmente entre Irán, de un lado, y Arabia Saudí y los Emiratos Árabes, aliados predilectos ambos de Estados Unidos en el golfo Pérsico, del otro, A falta de una versión convincente de lo sucedido -golpe de mano terrorista o ataque decidido por un Estado, o elementos incontrolados de este-, lo único cierto es que los riesgos de un conflicto armado van en aumento, la Casa Blanca no está dispuesta a levantar el pie de acelerador para dañar la economía iraní y todo esto sucede solo un mes después de otros ataques de naturaleza desconocida sufridos por cuatro buques en el mismo brazo de mar por el que pasa no menos del 30% del petróleo que se consume en el mundo.

Tras conocer los ataques, la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, llamó a evitar todas las «provocaciones» en una región que «no necesita nuevas causas de desestabilización y de tensión».

La asociación de petroleros Intertanko manifestó su creciente preocupación por la seguridad de los barcos y tripulaciones de la organización que navegan por el estrecho de Ormuz, por donde circula una quinta parte del petróleo que se consume en el mundo.

«Necesitamos recordar que el 30% del transporte de crudo pasa por este estrecho. Si las aguas se vuelven inseguras, el suministro de petróleo a todo occidente podría estar en riesgo», manifestó muy preocupado el presidente de Intertanko, Paolo d’Amico, en un comunicado. Esta organización representa a la mayor parte de la flota de petroleros independientes del mundo y su actividad pasa por Ormuz.

Ni la las acusaciones lanzadas contra Irán por el secretario de Estado de Donald Trump, Mike Pompeo, sin pruebas sólidas en la mano, ni la opinión de cuantos niegan la escalada en ciernes, parecen atenerse a los hechos.

Porque la realidad es que, sin datos sobre lo realmente acontecido en el estrecho, la única actitud responsable es la de quienes, con la Unión Europea y Japón en primer lugar, llaman a la serenidad, a restablecer la confianza o el respeto entre adversarios para evitar que el área, de por sí inestable, abunde en la inestabilidad, desboque el precio del petróleo y dañe la marcha de la economía.