El Gobierno español anunció ayer la retirada de la fragata Méndez Núñez del grupo de combate estadounidense Abraham Lincoln, que se dirige al golfo Pérsico en plena escalada de tensión con Irán. España no quiere verse envuelta en un conflicto iniciado por EEUU y que los principales socios europeos censuran. La ministra de Defensa, Margarita Robles, explicaba la orden de retirada de manera impecable: la fragata española participaba en las operaciones para un cometido concreto que se había pactado con EEUU, celebrar el quinto centenario de la primera vuelta al mundo; en el momento en el que el Pentágono cambia la misión y el grupo de combate se desvía de la ruta prevista para entrar en el Golfo, España no tiene por qué seguir con ellos. La ministra tira de diplomacia para asegurar que España respeta la decisión de EEUU, que la retirada de la fragata es «temporal» y que se reincorporará al grupo de combate cuando el portaviones USS Abraham Lincoln llegue al siguiente puerto del trayecto acordado, algo bastante improbable viendo la evolución de los acontecimientos.

EEUU exhibirá poderío militar ante Irán, no solo enviando la unidad Abraham Lincoln, sino también el buque de guerra USS Arlington, equipado con cazas y baterías de misiles Patriot. Con una fuerza tan descomunal, suenan cínicas las explicaciones de la Administración de Trump de que «Washington no está buscando una guerra con el régimen iraní», pero quiere demostrar que estan «preparados para responder ante cualquier ataque». Enviar fuerzas de combate a una región que en cualquier momento puede estallar como un polvorín es una insensata provocación, a menos que realmente se busque el conflicto bélico.

En esta espiral, ha hecho bien España en desmarcarse de la posición estadounidense. La estrategia internacional de defensa española debe enmarcarse dentro de los acuerdos de la Unión Europea y la OTAN, como recordó ayer Robles. EEUU se retiró del pacto nuclear con Irán de manera unilateral hace un año, como unilaterales han sido también las nuevas sanciones que impondrá al país. Alemania, el Reino Unido y Francia (firmantes del acuerdo nuclear iraní), así como la UE, han urgido a EEUU a rebajar la tensión en la zona, y siguen defendiendo el acuerdo denostado por Trump. Ese es el discurso que debe prevalecer, apostar por el ámbito diplomático hasta desactivar la amenaza bélica.