En la ronda de contactos que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, inició ayer en la Moncloa con todos los grupos políticos, los líderes del PP, Pablo Casado, y de Ciudadanos, Inés Arrimadas, escenificaron dos maneras opuestas de afrontar desde la oposición las crisis causadas por la pandemia del covid-19. Como ya ocurriera en primavera cuando Ciudadanos votó en el Congreso a favor de las dos últimas prórrogas del estado de alarma, mientras el PP se desentendía de las consecuencias que para la emergencia sanitaria podría haber tenido el decaimiento de aquella medida excepcional, ahora la líder naranja se muestra dispuesta a negociar la aprobación de los Presupuestos Generales, en tanto que el dirigente popular prefiere inhibirse, pese a las presiones del mundo económico y empresarial, a la espera, parece, de que el Ejecutivo de Sánchez caiga como fruta madura.

Es público y notorio que ni a Cs ni al PP les gusta este Gobierno y que, en particular rechazan la presencia en él de Unidas Podemos. Pero mientras que Casado plantea un ultimátum, o Sánchez echa a Pablo Iglesias y sus ministros del Ejecutivo o no pactará nada, Arrimadas se plantea la situación excepcional que vive el país como un momento para hacer valer sus exiguos 10 diputados, minimizar la influencia de Podemos y demostrar que, superando diferencias ideológicas, se pueden acordar soluciones a problemas acuciantes.

El líder popular sabe que Sánchez no puede prescindir de UP, porque con esa formación conforma la única mayoría posible, aunque no suficiente. Sabe, por tanto, que lo que le exige es inviable, así que su requerimiento solo puede entenderse como un señuelo. No vale tampoco su argumento de que Sánchez no le necesita porque ya tiene aprobadas las cuentas, dando por supuesto que ya tiene armada la mayoría para lograrlo. Incluso si fuera así, sería bueno que el PP se sumara a lo que serían unos auténticos Presupuestos de Estado. Un gesto que transmitiría tranquilidad, fortalecería la imagen de España en la UE y contribuiría a que los 140.000 millones que llegarán de Bruselas se empleen en resolver los problemas presentes y orientar el país hacia un futuro más próspero. Nada hace pensar, sin embargo, que Casado vaya a modificar su oposición radical a cualquier pacto. No ayuda su absoluta falta de sintonía con el presidente , que no le había llamado desde el 4 de mayo. Cuatro meses sin hablar con el líder de la oposición en una situación de emergencia es la muestra palpable de que algo no va bien en las relaciones institucionales.