El Reino Unido sigue montado en la rueda que parece imparable del debate sobre el brexit, sumando jornadas que prometen ser históricas, pero que no aclaran la niebla de incertidumbre que pesa sobre la decisión última. La de hoy puede ser otra de estas jornadas. Una nueva votación en la Cámara de los Comunes que debería ser final irá precedida de una serie de enmiendas de resultado inquietante, sobre todo para el Gobierno de Theresa May.

Desde el voto hace dos semanas que debía haber sido el definitivo sobre el plan considerado blando de retirada del Reino Unido de la UE y que se saldó con una humillante derrota para la primera ministra tras una defensa cerrada del mismo, su compromiso de presentar unas enmiendas al texto original no se ha producido más allá de retoques cosméticos. Lo que hoy se presenta ante los diputados no será muy distinto a lo que ya rechazaron masivamente y por motivos opuestos el pasado 15 de enero.

Sin embargo, la jornada puede adquirir una extraña dimensión si se aprueba la enmienda que obligue al Gobierno a pedir una ampliación del periodo de negociación según marca el célebre artículo 50, que, hoy por hoy, concluye dentro de dos meses exactamente. De salir adelante la enmienda, el Ejecutivo perdería el control de la agenda en el Parlamento, lo que se añadiría a la debilidad cada día más inane de la primera ministra. Dentro de un periodo ampliado cabrían varias posibilidades de desbloquear el brexit, y una de ellas podría ser un segundo referéndum. Incluso unas elecciones.

Como en todo divorcio hay dos partes, y la otra parte, en este caso, la UE, ha informado de que lo acordado en el texto, acordado está, pero, tratándose de evitar un brexit duro si no se aprueba el acuerdo que hay sobre la mesa y considerando que la salida abrupta de la UE crearía un enorme perjuicio a británicos y al resto de europeos, podría convenir a ambas partes parar el reloj. Mientras, en la vida real, quienes pueden se preparan para una salida sin acuerdo poniendo tierra de por medio (o mar en este caso) a bienes y capitales. Quienes no pueden, empiezan a vivir con la sensación de haber sido doblemente estafados, primero por los profetas de la globalización sin medida que les dejaron en la cuneta, y después por los charlatanes que les prometieron falazmente el mejor de los mundos, algo que es imposible.