El acuerdo de Ursula von der Leyen y Boris Johnson para alargar un mes las negociaciones para que el brexit no acabe siendo un divorcio abrupto ha dado aire al premier, que afronta la conferencia anual del Partido Conservador con una creciente contestación interna y una caída continuada de su grado de aceptación en los sondeos. Muy lejana ya la victoria electoral de diciembre por mayoría absoluta, los estragos de la pandemia, los permanentes cambios de criterio y el diagnóstico sombrío de los analistas sobre las consecuencias del brexit han obligado a Johnson a buscar entre sus problemas más acuciantes aquel cuya solución, por compleja que sea, solo depende en gran medida de sus dotes negociadoras, puestas en duda con frecuencia. Una opción que parecería en principio más prometedora de lo que es habida cuenta el carácter imprevisible y el apego a la improvisación del líder conservador.

El hecho de que la conferencia se desarrolle en formato virtual a causa de las restricciones impuestas por la pandemia ahorra, además, al primer ministro una parte del inevitable desgaste político que sufriría si la reunión fuese convencional. Una preocupación central hasta la fecha en los planteamientos del Gobierno británico, reacio a las concesiones, pero que acaso deberá cambiar en las próximas semanas. Si, como parece, del acuerdo Johnson-Von del Leyen se deriva una mayor flexibilidad de Bruselas en los términos económicos del acuerdo, es previsible que el premier se vea obligado a transigir con algunas concesiones.

Media un mundo de ahí a imaginar que el núcleo duro de los tories se avendrá a dar marcha atrás con la ley de mercado interior y a garantizar la frontera blanda entre las dos Irlandas. De hecho, cualquier insinuación en este sentido incendiaría la conferencia porque en este punto el Partido Conservador está profundamente dividido: varios exprimeros ministros se han manifestado a favor de rectificar, pero el entorno brexiteer de Johnson no está dispuesto a sopesar tal posibilidad. Y entre ambas sensibilidades se mueve con creciente habilidad e influencia Rishi Sunak, el moderado ministro de Finanzas a quien la City ve capaz de lograr un brexit suave que limite el parte de daños.