Los síntomas de agotamiento económico vienen anunciándose desde hace meses por parte de las principales instituciones mundiales. Dos datos recientes -de Alemania y la Organización Mundial de Comercio (OMC), respectivamente- corroboran esta tendencia. La semana pasada, la Oficina Federal de Estadística de Alemania informó de que la economía del país se contrajo el 0,1% en el segundo trimestre, rozando la recesión. Lo que frenó el PIB alemán fueron las exportaciones, fruto de las incertidumbres sobre un eventual brexit sin acuerdo y la guerra comercial entre EEUU y China, lo que entronca con el segundo anuncio, de la OMC, que prevé que prosiga la contracción de los intercambios comerciales en el tercer trimestre y situó su Barómetro de Comercio de Mercancías en la cifra más baja desde el 2010. Si la amenaza que supone la guerra comercial para la economía mundial no basta para convencer a Donald Trump de la necesidad de desbloquear las negociaciones con China, el mandatario debería pensar por lo menos en los perjuicios para su propio país. Algo de ello hay en la decisión del presidente estadounidense de retrasar para algunos productos la nueva subida de aranceles, cediendo a presiones empresariales. Si Trump no cambia las posturas inflexibles por el diálogo, puede acabar haciendo más mal que bien a los intereses de EEUU que dice defender. Y a los de todo el mundo.