La intensa lluvia caída ayer en Cáceres no impidió la alta concurrencia de extremeños a la manifestación convocada por el Pacto por el Ferrocarril, lo cual demuestra la eficacia del órgano convocante, en principio ajeno a intereses políticos, y pone de manifiesto cómo ha calado en la ciudadanía el mensaje de que hay que movilizarse para lograr un tren del siglo XXI y que el Gobierno atienda a esta reivindicación con el cumplimiento de los plazos establecidos. Aunque las cifras de asistencia varían entre los 15.000 y 25.000 asistentes según la subdelegación del Gobierno o la Junta de Extremadura, las imágenes gráficas recogidas por los distintos medios de comunicación, incluido éste, con toda la avenida de Alemania de Cáceres llena de gente con paraguas, demuestran que la asistencia fue masiva y pone de manifiesto que la exigencia de un tren moderno ha salido de la lucha de partidos para convertirse en una demanda social.

La reacción rápida del ministro de Fomento, José Luis Ábalos, a través de las redes sociales, empatizando con la demanda de los extremeños y calificando de justa su reivindicación, denota que el interés por darle solución a este problema se ha marcado ya como prioridad dentro del Gobierno central con independencia del partido político que se halle al frente.

Los trenes no son la panacea ni la solución a los problemas que vive Extremadura de paro o pobreza, pero qué duda cabe que unas infraestructuras adecuadas, tal y como lo son en otros puntos de país, permiten competir en igualdad de condiciones y abren la senda del desarrollo a toda comunidad que se precie. Como se ha señalado desde el Pacto por el Ferrocarril, no se trata de ser más que nadie, sino iguales y lo mismo que se reclama una alta velocidad con los plazos comprometidos entre Plasencia y Badajoz para diciembre de 2019 y su electrificación en 2020, se exige que el tren convencional, ese que transporta a diario a cientos de personas y mercancías, cumpla con unos mínimos exigibles de calidad y servicio. Gestos como el de ayer en Cáceres indican que la ciudadanía, la calle al fin y al cabo, es la que logra que los objetivos marcados y comprometidos no caigan en el olvido o se conviertan en objeto de desidia.