Anadie interesa una salida traumática de la UE del Reino Unido. Por este motivo, los Veintisiete son partidarios de una prórroga del brexit, aunque este aplazamiento puede conllevar unos riesgos para las instituciones comunitarias que la UE no está dispuesta a asumir. Los socios europeos solo pueden aceptar dar más tiempo a la primera ministra británica, Theresa May, para que consiga suficientes apoyos en su país a una salida acordada (apoyos que el Parlamento británico le ha negado en sucesivas votaciones), si al mismo tiempo endurecen las condiciones al Reino Unido como garantía de que mientras permanezca dentro del club europeo no se le ocurra boicotear las decisiones que allí se debatan. El objetivo es evitar un caballo de Troya en el seno de las instituciones europeas. Las pretensiones de los Veintisiete, y sus dificultades para acordar y concretar sus requisitos, son comprensibles, ya que no tiene sentido que Londres interfiera en unas políticas a las que no quiere someterse. Que haya un nuevo calendario del brexit, sin embargo, no despeja el camino político de May, cuya continuidad en el cargo está en la cuerda floja. Los euroescépticos le recriminan haber alargado el proceso en exceso y consideran cualquier prórroga una humillación. La premier consiguió superar la moción de censura hace meses, pero la indignación de varios ministros brexiteers podrían acelerar su caída. El desgaste de May es uno de los costes de un proceso demasiado incierto y sin una estrategia definida.