Los sindicatos convocaron este Primero de Mayo a miles de trabajadores en las calles con unas demandas muy claras: la derogación de la reforma laboral, la mejora de los salarios y la salvación del sistema público de pensiones. Tres exigencias compartidas por millones de votantes españoles, fundamentalmente los que el domingo pasado votaron al PSOE y a Podemos y les permitieron asestar un duro golpe a esa extraña alianza que pretendía conformar la derecha tricéfala. Les dieron la mayoría, pero no la suficiente para hacer que el pacto sea inevitable. El fantasma de una posible alianza de Pedro Sánchez con Ciudadanos es aritméticamente posible aunque políticamente improbable, tanto por la deriva que ha tomado Albert Rivera en su intento de sustituir al Partido Popular como por la voluntad expresada claramente en las urnas y las propias demandas de las bases socialistas a las que el presidente del Gobierno debe su rehabilitación política tras ser defenestrado por la cúpula, precisamente por no querer pactar con la derecha, en aquel caso de Rajoy.

Como es lógico ni Pedro Sánchez ni ninguno de sus potenciales aliados parlamentarios van a cerrar pacto alguno antes de las elecciones municipales y autonómicas del 26-M. Pero convendría que tampoco se dieran pasos que imposibilitaran el acuerdo que parece inevitable entre el PSOE y Podemos. Para ello es imprescindible que en los próximos días, Sánchez dé señales de que su intención es poner los 123 diputados que ha obtenido al servicio de la agenda que marcó en los meses inmediatamente posteriores a la moción de censura: contrarreforma laboral, revalorización de las pensiones, empleo público, mejora de las prestaciones y de los servicios públicos, política de vivienda, derogación de la ley mordaza, etcétera. Se trata de que esos viernes sociales no paren tras la convocatoria electoral, puesto que tienen una mayoría reforzada. Y que sean compatibles con el cumplimiento de las obligaciones de déficit con la zona euro y el impulso del crecimiento económico. También Podemos debe perseverar en la línea de los últimos meses y de su campaña electoral. Su papel de serenidad frente a la crispación y su orientación como garante de todos los artículos de la Constitución, no solo de los territoriales, no deberían quedar empañados por un regreso al efectismo y a una disputa por las cuotas de poder. Es pronto para que el acuerdo avance y cuaje, pero es necesario no dar pasos en la dirección contraria.