Entra dentro de la exigible normalidad institucional que el presidente del Gobierno y el jefe de la oposición al menos se hablen entre ellos. Un acto tan sencillo de educación no sucedía en España desde hace meses a causa de las descalificaciones que el líder del PP, Pablo Casado, dirigió contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Pero los tiempos del «felón, traidor y okupa» parecen haber quedado atrás tras el el 28-A, cuando las urnas le dieron una cómoda victoria a Sánchez y un duro varapalo a Casado. La reunión en la Moncloa transcurrió en un buen clima, lejos de la crispación que hasta ahora dominaba su relación. Está en su derecho Casado de anunciar una oposición «frontal» si Sánchez se apoya en los independentistas para gobernar, y entra dentro del cálculo político que inste al líder socialista a buscar un pacto con Cs. En plena lucha por la hegemonía de la derecha, nada le iría mejor al PP que ver a la formación de Albert Rivera desgastarse en tareas de gobierno con los socialistas. Sánchez tiene diferentes formas de sumar una mayoría de Gobierno, y es lógico que no sea el PP quien propicie su investidura. Pero sí está en la mano del liderazgo del partido conservador no malgastar su condición de primer partido de la oposición con una estrategia de crispación, descalificaciones y deslegitimación del Gobierno que tanto daña a la institución y al ejercicio de la política. Está por ver si Casado, centrado a la fuerza, de verdad cambiará de estilo.