La nueva extrema derecha española, agrupada en el partido Vox, irrumpió este domingo en un multitudinario acto que abarrotó la antigua plaza de toros de Vistalegre de Madrid, con unos 13.000 asistentes. Al mismo tiempo, por primera vez, las encuestas otorgan a Vox escaños (uno o dos) en unas elecciones generales. El CIS les concede un diputado y un número de votantes que superaría el medio millón. Vox centra su programa en cuatro ejes: combate sin cuartel contra el independentismo catalán, rechazo absoluto de la inmigración irregular, derogación de las leyes contra la violencia de género y reivindicación de la memoria histórica de la España imperial y franquista. La nueva extrema derecha, sin embargo, es distinta de la antigua. Se acerca más a los populismos que recorren el mundo, utiliza técnicas electorales como las usadas por Donald Trump y en su programa introduce medidas sociales y reivindicaciones propias de la izquierda, como hace Marine Le Pen en Francia. De ahí que defiendan la aplicación del Estado del bienestar, aunque culpen de su deterioro a la llegada masiva de inmigrantes.

Hasta ahora, siempre se había dicho que en España no había extrema derecha autónoma porque estaba refugiada en el PP desde que José María Aznar había conseguido unificar a toda la derecha en el PP. La irrupción de Vox en el tablero político coincide, al mismo tiempo, con una radicalización derechista tanto del PP como de Ciudadanos (Cs), después del triunfo de la moción de censura.

Algunas propuestas que empieza a deslizar el presidente del PP, Pablo Casado, no están tan lejos de lo que defiende Vox, aunque la extrema derecha llegue incluso a proponer la supresión de las autonomías. La dura competencia entre el PP y Cs ha llevado también al partido de Albert Rivera a adoptar posturas cada vez más a la derecha. El dilema en la derecha siempre es el mismo: ¿para frenar a la ultraderecha es mejor acercarse a ella para absorberla o alejarse de sus posiciones para aislarla? El drama de la primera opción, por la que parecen inclinarse ahora PP y Cs, es que legitima el mensaje extremista y contribuye a afianzar a los grupos ultras en lugar de eliminarlos.