La historia de la construcción europea se ha escrito en base a largas y tortuosas sesiones negociadoras en las que, casi siempre a última hora o incluso fuera de plazo, se logra dar acomodo a diferentes parámetros (ideológicos, de nacionalidades, de población...). Así ha vuelto a suceder con la renovación de la Comisión Europea y de las presidencias del Banco Central Europeo (BCE) y el Consejo Europeo. Ursula von der Leyen, actual ministra de Defensa germana, encabezará la Comisión; la francesa Christine Lagarde, directora gerente del FMI, presidirá el BCE, y Charles Michel, primer ministro de Bélgica, será el nuevo presidente del Consejo Europeo. Dos conservadores y un liberal, que se completan con la elección del socialista italiano Sassoli para presidir el Parlamento Europeo. La elección de José Borrell, nuevo alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, es el reconocimiento al hecho de que el PSOE fue el partido socialista europeo que logró un mejor resultado en las pasadas elecciones europeas. Para España, el nombramiento de Borrell es una buena noticia y un éxito de Pedro Sánchez, ya que el de jefe de la diplomacia --cargo que ya ostentó Javier Solana-- es una de las principales carteras de la comisión.

El acuerdo alcanzado entre los jefes de Estado y de Gobierno evita la sensación de parálisis que hubiera transmitido a la ciudadanía que el bloqueo político hubiese persistido. El hecho de que dos mujeres lideren la Comisión y el BCE transmite un potente mensaje de renovación y de igualdad que debe ser reconocido como positivo. Es un acuerdo equilibrado, que refuerza al eje franco-alemán, satisface a las diferentes familias políticas (incluidos los liberales, fuerza ascendente en las elecciones europeas) y evita una quiebra con los países del bloque de Visegrado, que se oponían a que Frans Timmermans presidiera la Comisión. Pero no puede obviarse el hecho de que ninguno de los candidatos principales de las familias políticas ha acabado siendo presidente de la Comisión, lo que profundiza el déficit democrático de la UE y la distancia entre lo que votan los ciudadanos europeos y la gobernanza de la Unión. Una vez más, ha quedado claro que la UE es un club de estados, y que son estos quienes toman las decisiones trascendentales. En cualquier caso, es este nuevo equipo quien deberá lidiar de inmediato con los importantes retos que afronta la UE: el brexit y el fantasma de una desaceleración económica. En este sentido, son dos mujeres conservadoras las que lideran la Unión.