Difícil papel tienen hoy ante sí los institutos y colegios de Secundaria de Extremadura. La vuelta a las clases presenciales de 75.000 alumnos es un hecho, mientras que la comunidad educativa se divide entre quienes piensan que se trata de una temeridad y aquellos otros que consideran que las aulas resultan más seguras que otros sitios. Estos días se han leído y escuchado decenas de comentarios a favor y en contra de la medida y los argumentos vertidos en uno y otro sentido son igualmente válidos. La clase política no es ajena a ello y mientras que el gobierno del PSOE se ha mostrado partidario a un reinicio ordenado de la actividad docente, la oposición en bloque entiende que se trata de un error grave de consecuencias impredecibles. Existe hasta una convocatoria de huelga para hoy, convocada por la Coordinadora de Estudiantes, cuya asistencia y seguimiento resulta difícil de predecir a priori. Se desconoce la capacidad de movilización del alumnado de Bachillerato, Formación Profesional y Secundaria cuando todos los alumnos de infantil y primaria están ya incorporados a las clases desde el 11 de enero.

La Consejería de Educación ha optado por las clases presenciales desde hoy tras haber aplazado el inicio dos semanas. Trabaja con la tesis de que los riesgos corridos durante las fiestas de Navidad, con miles de positivos en toda Extremadura, incluidos decenas de adolescentes, podían conllevar contagios masivos en las aulas, un peligro que tendría que haberse corregido transcurrido un tiempo prudencial en casa. La Junta de Extremadura entiende que la propagación del virus está directamente ligada a la movilidad y el parón de la actividad buena parte del mes de enero tiene que conllevar necesariamente un retroceso en el número de contagios. Sin embargo, el panorama existente en la actualidad, estando Extremadura a la cabeza de la incidencia, hace temer cualquier error de cálculo.

En cualquier caso, es un hecho que el retorno a las aulas de los institutos se producirá hoy, por lo que resulta obligado extremar las precauciones. Habrá que poner en valor nuevamente el trabajo y responsabilidad del profesorado, por su labor encomiable en la docencia y ahora en el seguimiento de las normas sanitarias. Pero también habrá que pedir a los padres grandes dosis de implicación, para que prevengan a sus hijos de las consecuencia de no seguir las pautas sanitarias y les exijan responsabilidad máxima tanto en las aulas como en los en trayectos de ida y vuelta a sus respectivos centros.