La lista de los tratados internacionales que Estados Unidos abandona bajo la presidencia de Donald Trump empieza a ser ya importante. El último es el Tratado para la Eliminación de Misiles de Medio y Corto alcance (INF), un acuerdo bilateral de desarme firmado en 1987 por Reagan y Gorbachev, antesala del fin de la guerra fría. La ruptura del pacto suscita el temor ante la posibilidad de que dé pie a una nueva carrera armamentística nuclear que encaja con el carácter nacionalista de los gobiernos de Trump y Vladímir Putin. Lejos quedan los tiempos en que Barack Obama propuso un proceso de desnuclearización mundial. Su intención no llegó a plasmarse en un plan concreto, y años después no es aventurado hablar de una carrera nuclear multipolar. El secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, se ha referido a la necesidad de sustituir el INF por un acuerdo más amplio que incluya también a China. Pekín no forma parte de ningún acuerdo de desarme, mientras que otras potencias nucleares como Israel, India y Pakistán han desarrollado sus programas fuera del paraguas del Tratado de no Proliferación Nuclear. Si a ello se une la incógnita sobre el alcance real de los proyectos nucleares de Irán y Corea del Norte, el resultado es un escenario que recuerda a la carrera armamentística de la guerra fría, con la diferencia de que entonces se trataba de un asunto bipolar y hoy es multipolar y, por tanto, más peligroso e incontrolable.