El puente de la Constitución no le ha sentado nada bien al presidente catalán Quim Torra. El viernes desautorizó a los Mossos por los incidentes de la víspera en Gerona y Tarrasa, exigiendo en forma de ultimátum a su ‘conseller’ de Interior una purga en el cuerpo policial finalmente desechada. Y el sábado, en la presentación del Consell per la República en Bélgica, señaló la vía eslovena como el camino que debe seguir Cataluña para conquistar la independencia. De los muchos errores cometidos en su breve mandato por el presidente vicario de Carles Puigdemont, este es con toda seguridad el más condenable.

«Los catalanes hemos perdido el miedo. No nos dan miedo. No hay marcha atrás en el camino a la libertad. Los eslovenos decidieron seguir adelante con todas las consecuencias. Hagamos como ellos». Esta fue la ominosa llamada de Torra, en la que obviaba o asumía tácitamente el sangriento balance de la secesión de Eslovenia: 62 muertos y cientos de heridos. ¿Son esas «todas las consecuencias» que a su juicio deberían asumir los catalanes?

Torra no puede seguir olvidando que el presidente de la Generalitat debe serlo del cien por cien de los catalanes. Proclamar que todos ellos han perdido el miedo es un desprecio a la mayoría de los ciudadanos --el 53%-- que no apoyaron en las urnas la opción independentista. Y evocar el espanto esloveno constituye una grave irresponsabilidad, pues abona sin ambages un indeseable escenario bélico. Con su heredado concepto patrimonialista de las instituciones, Torra no hace otra cosa que degradarlas. Y con su incitación a los CDR --el «apretáis, y hacéis bien», que hasta Artur Mas le ha afeado... con dos meses de retraso-- espolea a los exaltados que ante la pasividad de los Mossos --obediencia debida-- hoy boicotean autopistas y el 21-D se disponen a torpedear la visita a Barcelona de Pedro Sánchez al frente del Consejo de Ministros.

La templada reacción del presidente del Parlamento catalán, Roger Torrent, que reiteró su apuesta por la vía escocesa (legal y acordada) y condenó la conducta de los «encapuchados» debería dar paso a una respuesta mucho más contundente por parte de ERC, socia de Torra en el Gobierno. Si la Generalitat no garantiza la convivencia y la libre circulación en Cataluña, es lógico que Sánchez tome medidas para asegurarlas. Quizá sea eso lo que buscan quienes, ayunos de ideas, no practican otra cosa que la agitación y la propaganda.