Los dos presidentes actuales y los dos grandes partidos de Galicia y Euskadi, Alberto Núñez Feijóo del PP e Iñigo Urkullu del PNV, cumplieron los pronósticos y ganaron de forma clara las elecciones en sus respectivas comunidades autónomas. Ambas victorias son indiscutibles: Feijóo revalidó la mayoría absoluta (la cuarta, todo un hito) y Urkullu mejoró sus resultados respecto a la anterior legislatura, en una apuesta clara del electorado por el continuismo en momentos tan inciertos. En ambas autonomías, el electorado ha premiado a dos gobiernos que han tenido que gestionar la pandemia del coronavirus.

La primera cita electoral bajo el efecto del covid-19 dejó mensajes de profundo calado político. Para los partidos que forman el Gobierno central (PSOE y Unidas Podemos) fue una noche difícil. Los socialistas aguantaron, pero no recogieron los réditos del desplome de los morados y sus confluencias, extraparlamentarios en Galicia y residuales en Euskadi. Son dos partidos independentistas, el BNG y Bildu, quienes se aprovecharon del batacazo de UP para crecer hasta convertirse en la segunda fuerza parlamentaria de cada autonomía, en lo que sin duda fue otra de las noticias destacadas de la noche. Como también lo fue el pésimo resultado del PP en Euskadi, a pesar de la coalición con Ciudadanos (Cs), lo cual deja en una situación muy delicada al líder popular, Pablo Casado, con su apuesta por Carlos Iturgaiz.

La victoria de Feijóo debilita a Casado porque es imputable en exclusiva a la figura del líder gallego y a su discurso basado en la moderación en contraposición de la estrategia de crispación de Génova. Feijóo se negó a pactar con Cs y no se ha permitido el mínimo guiño a Vox. En Euskadi, en cambio, Casado forzó la retirada del candidato del PP vasco, pactó con Cs e impuso a Iturgaiz para disputarle a la ultraderecha el mismo espacio electoral.

Pablo Iglesias es otro de los damnificados de la noche. UP paga sus múltiples conflictos territoriales y prosigue con la tendencia a la baja en las urnas de las últimas citas electorales. La noche del PSOE no fue tan catastrófica, pero deja motivos para la preocupación en Ferraz: ni en Euskadi ni en Galicia son alternativa de Gobierno, y están lejos incluso de ser la principal fuerza de la oposición. Que sean BNG y Bildu quienes se lleven los votos de UP debe ser otro motivo de reflexión entre el socialismo. En Euskadi, el PSE no ha logrado beneficiarse demasiado de su apoyo al PNV, aunque la geometría parlamentaria le permitirá ser el único socio de Urkullu. Este era el objetivo del lehendakari al convocar las elecciones. Al haberlo conseguido, se refuerza no solo la capacidad de maniobra de los nacionalistas vascos en Euskadi, sino su papel de socio preferente en el Congreso en Madrid. Todo un espaldarazo a la política dialogante y pactista del PNV, a su inclinación a ser siempre parte de la solución y no del problema, en la que otros partidos que se han extraviado quizá deberían fijarse.