En el alegato final del denominado juicio del procés, la mayor parte de los acusados reclamaron una sentencia que devuelva el conflicto a la política de donde nunca tuvo que haber salido. El independentismo suele hacer esta reclamación a las instituciones y a los partidos que llaman españoles aprovechándose de la inacción de los gobiernos de Mariano Rajoy ante lo que ocurría en Cataluña entre el 2011 y el 2017. Pero, para que la política vuelva a tener el papel que se necesita, también el independentismo tiene que volver a la lógica y al terreno de la política. Y esto es especialmente necesario en el espacio social y electoral que antes ocupaba Convergencia i Unió, eso que ahora se ha dado en llamar el «espacio posconvergente». En este mundo, se ha vivido una tormenta casi perfecta. Una sucesión de decisiones más que discutibles (el giro independentista de Artur Mas en el 2012, su retirada a petición de la CUP a finales del 2015, la incorporación masiva de independientes en las listas de 2017) y la acumulación de escándalos de corrupción (condena del caso Palau, confesión del fundador Jordi Pujol sobre un fraude fiscal que podría esconder otras cosas, las investigaciones por la trama del 3%) han llevado a un caos organizativo, ideológico y estratégico que, en el último ciclo electoral, se ha traducido en una caída espectacular de representación municipal, en las diputaciones y en el Congreso de los Diputados. Solo cuando el cartel electoral ha sido Carles Puigdemont, el actual PDECat, integrado en Junts per Catalunya, ha logrado mantener su fuerza electoral frente a la pujanza de Esquerra.

Los cuadros territoriales del PDECat han librado diversos pulsos con Puigdemont y su entorno al que acusan de estar instalado en un legitimismo (defensa de la supuesta república catalana proclamada en octubre del 2017) que solo permite practicar el activismo (siempre a remolque de la ANC) y les aleja de la política. Esta queja es especialmente lacerante ante la inacción del actual gobierno de la Generalitat y ante algunos episodios esperpéticos que se han vivido en los recientes pactos municipales. Todo ello aboca al PDECat y a JxCat a refundarse en una nueva estructura organizativa con una nueva orientación ideológica y estratégica. La cuestión es si lo hará en un solo partido o en varios. Hoy por hoy, los partidarios de la política (Carles Campuzano y Marta Pascal, entre otros) parece muy difícil que puedan acatar el activismo de Puigdemont y, sobre todo, de Torra.