El gran teatro de la campaña exige a los actores mucho autocontrol (de las palabras, de los gestos, de la ropa, del peinado) y, sobre todo, mantener la concentración y no subestimar al adversario. Vean, si no, lo que le ocurrió al candidato y cerebro económico del PP, Manuel Pizarro: a la segunda réplica de Solbes ya estaba irritado y a la defensiva. ¿Creyó acaso el exjefe de Ibercaja y de Endesa que el debate televisado iba a ser tan fácil como presidir un consejo de administración con todo el mundo a sus pies? Toda la legislatura ha sido una guerra de nervios entre PP y PSOE; un duelo psicológico repleto de trampas. Ahora, con los debates cara a cara convertidos en la clave esencial, Zapatero, Rajoy y sus cofradías no podrán permitirse deslices.