Aznar sabe de sí mismo que no es gracioso. Es el único favor que le han hecho sus asesores: contárselo. Y eso en Sevilla, para los de Valladolid que no han viajado mucho (me refiero a estar más de tres días en un sitio), es un problema. Porque, según piensan los asesores del PP, en Sevilla hay que estar gracioso para llegar al alma del votante.

Eso lleva al desastre. Porque Aznar quiso estar gracioso cuando quería enviar un mensaje adusto, como de Quintanilla de Onésimo Redondo. Los mensajes adustos no pueden tener envolturas desaborías. Y eso también lo saben en Andalucía, aunque los gabinetes de comunicación a veces no quieren enterarse. Si en Andalucía ha habido muertos por ETA, se debe contar como en cualquier otro lugar. Sin gracia, porque no la tiene. Y sin espesura, porque un muerto es un muerto y no lleva adornos.

Ayer, Aznar se despedía de los suyos recordando que en Sevilla fue donde Fraga le dio la alternativa. Y eso ha significado para España lo que no está escrito, salvo en los libros de Pío Moa. Este país empezó a crecer sin que nadie pudiera detenerlo y la prosperidad nos ha envuelto de manera que el mundo entero nos envidia. Soltado esto, se acabó el mensaje, porque el leit motiv de la campaña del PP (y en eso el jefe saliente fue muy respetuoso) se llama Carod. Tanto, que algunos empezamos a sospechar si con ETA y el listillo de Ezquerra Republicana de Catalunya no había además un jefe de comunicación del Partido Popular. Los tres están sacando tajada de lo mismo: Carod, de José María Aznar; Aznar, de Carod-Rovira, y ETA de los dos.