Mediada la campaña electoral, a Guillermo Fernández Vara se le fueron los colores y a José María Saponi se le descompuso la cara. Vara parecía haber sido víctima de la maldición de Zapatero, de ese virus incordiante al que le han puesto el término de ´buenismo´. Y la cara del candidato extremeño se había infantilizado peligrosamente. Daba risa o, como le sucedía a él, causaba rubor ajeno. Un toque supuestamente de ´fotoshop´ ha trocado sus coloretes por un marrón, algo artificial, eso sí, pero de la tierra. A Saponi debió pegarle los carteles alguna cuadrilla de disidentes de tan desajustados como quedaron. Hace una semana, así se le veía al entrar en Cáceres por la carretera de Mérida, de manera que tal vez alguien ha restituido ya su honor facial. Uno piensa si esas caras pueden cambiar el sentido de un voto y en la tediosa servidumbre de la imagen que fuerza unos maquillajes que nada dicen de quien hay detrás.