Algo le ha pasado a la campaña, que Rajoy se pone en tensión, Zapatero se deja llevar plácidamente, Llamazares se desgañita apelando al "voto valiente" y Duran Lleida se distancia del PP con muy buenas maneras. Serán las encuestas, el ambiente o la paranoia de los expertos que asesoran a los partidos. En el PP todo es apostar por un gobierno monocolor (¿quién dijo de abrirles las puertas a canarios o catalanes?) e insistir en que la estabilidad institucional y la cohesión nacional están en juego. Sobre estas elecciones planea de nuevo el problema de España, o más bien España como problema. Aznar lo tiene muy claro: es la hora de cerrar filas. Tan prietas las ha querido poner que ayer incluso pretendió zanjar definitivamente el oscuro y atormentado asunto del accidente de la Yakovlev 42 ucraniano, un suceso que se resiste a dejarse enterrar junto a sus víctimas.

Mientras ruge la tormenta, Zapatero se pasa un día sí y otro también hablando de I+D, sociedad del conocimiento y nuevas tecnologías. Su última cita, en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), le reunió con bastantes de los mejores cerebros del país. Gente como Barbacid o Mayor Zaragoza estaban allí. El candidato socialista se explayó hablando de las células madre (un asunto que también ha dado bastante juego a Chaves en Andalucía). El PSOE hace todo lo que puede para recuperar presencia en los ámbitos intelectuales, donde el PP no va precisamente bien. En cuanto a España y sus regiones, los de Ferraz se atienen a su conocido criterio sobre la pluralidad y dejan que el PP siga anunciando por toda la piel de toro que la patria común está en peligro.

De primera y de segunda

"Este no es el momento de hacer disparates. Yo garantizo la estabilidad institucional", afirmó Rajoy en Tarragona. Es lo mismo que ha venido diciendo en casi todas las plazas en las que ha toreado el voto. El presidenciable del PP también insiste en que su garantía personal incluye que no habrá "españoles de primera y de segunda". Ya se sabe: cohesión, solidaridad, igualdad e integración mutua como instrumentos para evitar la fractura o el desmantelamiento de la nación. Oyendo tales argumentos cualquiera pensaría que hoy estamos en un Estado homogéneo al cien por cien. ¿Es así?

Bueno, lo cierto es que en España hay autonomías consideradas históricas y otras que podríamos denominar emergentes o sobrevenidas . Hay comunidades que hicieron su estatuto de acuerdo con el artículo 151 de la Constitución, otras que transitaron por la vía lenta del 143. Los vascos tienen un concierto económico, los navarros un fuero que les permite disfrutar de Hacienda propia y catalanes, gallegos y andaluces negociaron sus principales transferencias antes y en distintas condiciones que los demás. Hay territorios que disfrutan de las inversiones europeas correspondientes al Objetivo Uno, pero otros no. Ha habido (y hay) un reparto discrecional de las grandes inversiones públicas. Canarias ha rentabilizado su condición insular y la especial relación de sus nacionalistas con los gobiernos populares. Andalucía aspira a disponer de importantes fondos (alrededor de 2.500 millones de euros) correspondientes a la deuda histórica . Aragón intenta negociar directamente su financiación con la Administración central, aplicando el artículo 48 de su actual Estatuto (que además fue aprobado con los votos a favor del PP). Cada cual, en fin, barre para casa, a menudo con muy buenas razones. El conjunto es asimétrico y va a seguir siéndolo gobierne quien gobierne.

No tan iguales

Que somos parecidos pero no iguales se nota en la propia campaña. En la televisión pública española no ha habido debate entre candidatos. En la televisión andaluza, sí. Los aspirantes a presidir la Junta de Andalucía se vieron las caras (PSOE, PP, IU, Partido Andalucista) en un espacio ad-hoc que se desarrolló sin problema alguno y en el que Manuel Chaves aseguró sentirse muy a gusto, así como Teófila Martínez, que al principio no tenía muy claro si le convenía someterse a la prueba.

Y es que a veces los problemas no lo son tanto, o bien los políticos tienden a generalizar sus propios problemas. Por eso será que el presidente José María Aznar ha exigido que se "deje en paz" a los militares muertos en aquel avión ucraniano que se estrelló cargado de militares españoles. Pero en realidad lo que quiere es que le dejan en paz a él y no le meneen más el tema. Porque le molesta, claro.