Mariano Rajoy se sentó ayer por la mañana ante Iñaki Gabilondo (Hoy por hoy . Cadena Ser) y empezó a sufrir. ¿Cuánto tiempo hacía que el líder del PP no era entrevistado en directo por un periodista decidido a ejercer como tal? Ahí está el quid de la cuestión. En la dirección popular se maneja ya como supuesto teórico la posibilidad de no obtener la mayoría absoluta. Aunque los candidatos siguen aferrados al argumentario y advierten a los electores que, si no les votan, España será un aquelarre, desde el aparato se estudian posibles alternativas para el caso de que el 14-M no acabe en victoria por goleada. En los ámbitos conservadores se ha apostado en exceso por el éxito total. ¿Y si no se produce? Sencillo: habrá que pactar y volver a tocar el suelo, asumir un mínimo de humildad y admitir cosas tan sencillas como que un presidente del Gobierno o un aspirante a dicho cargo ha de demostrar su temple y su claridad de ideas retratándose en verdaderas entrevistas, no en sucedáneos a cargo de periodistas domesticados y agradecidos.

Rajoy todavía pide en sus mítines un gobierno fuerte y estable, que no dependa de los pequeños partidos, "del batiburrillo", "de la sopa de letras", "del que pasa por ahí". Hay una palpable urgencia en el PP por rebañar hasta el último voto y sostener la mayoría absoluta. En calle Génova se han obsesionado demasiado con tan difícil objetivo, de modo que si no se alcanza parecerá casi una derrota. Y tampoco es eso.

Recuerda que eres mortal

Hay momentos en los que Rajoy, Arenas o Piqué intentan frenar a sus propios correligionarios y dar otra versión de la campaña. "Nosotros damos soluciones para España, no nos pasamos el día hablando de Carod-Rovira", ha dicho el presidenciable popular . "No haremos como los socialistas, que en el 96 no paraban de asegurar que, si ganábamos nosotros, desaparecerían las pensiones", aseveró ayer Javier Arenas ante varios centenares de ancianos a los que el PP había invitado a merendar (café con leche, pastas y zumo de naranja natural). Afirmaciones semejantes resultan sorprendentes, desde luego. ¿O quizás algunos candidatos conservadores sufren reacciones subconscientes frente a las consignas de su propio partido, orientadas a convertir estas elecciones en un pulso definitivo entre las dos Españas?

Es cierto que la vida política de Occidente (empezando por los Estados Unidos) está hoy marcada por la división de la opinión pública en dos mitades muy confrontadas entre sí. La guerra de Irak aún ha intensificado más dicho fenómeno. Tal vez por ello el PP se ha visto arrastrado inevitablemente a proclamar que este domingo es preciso elegir entre la estabilidad y el caos; entre Jauja y la miseria; entre la seguridad y el terrorismo.

Rajoy, entrevistado por Gabilondo, aseguró ayer que "no sabía" si Urdaci, el director de Informativos de TVE, fue condenado, o no, por manipulación. "Por favor, no sólo ha sido condenado, sino que tal fallo se ha hecho efectivo", replicó el periodista. El candidato del PP estaba desconcertado: "Bueno, en todo caso le apoya una mayoría de la opinión pública", se justificó. Llevado en volandas hasta su posición actual por un Aznar arrebatado por la fama y la gloria, Rajoy debiera tener a partir de ahora un ayudante que minuto a minuto le susurrase, como a los generales romanos en su triunfo: "¡Recuerda que eres mortal!".

No pasa nada... ¿o sí?

Zapatero va y viene anunciándole a la gente algo muy parecido a lo que Aznar explicaba en el 96: que una democracia en la que se haya extendido el miedo a la alternancia en el poder ni es democracia ni cosa parecida. Por su parte, CiU se regaló ayer con unas tartas (chocolate, turrón y crema inglesa) decoradas con su lema: "Sentido común". A Duran Lleida y a Mas, que se ven al frente de un partido muy descoyuntado, el sentido común les indica que tal vez esté a punto de salvarles la campana. Si se acaba la mayoría absoluta, las minorías volverán a tener su gran momento.

En el PP, los más previsores se hacen a la idea de que tal vez retornen a los tiempos del diálogo y la componenda. Tampoco pasaría nada. Eso sí, habría que olvidarse del rodillo, pasarles la mano por el lomo a los periféricos y fabricarle a Rajoy un futuro consensuador y amable. Tal vez sea duro para algunos, pero la vida es como es. Los españoles se merecen ver y oír entrevistas esclarecedoras, como las que hace Gabilondo; no las que pergeña Urdaci.