La tecnología electoral odia los márgenes para la improvisación y el error. Hemos sabido que los periodistas que viajan con los candidatos a la presidencia del Gobierno no han hablado con ellos en toda la campaña. Las cámaras de las cadenas de televisión no tienen acceso a los mítines y reciben la señal institucional que les proporcionan los propios partidos políticos. Los debates se han introducido en un corsé en el que el moderador lo mismo podría ser un robot. No hay margen para nada que no esté previamente programado.

Gabriel Elorriaga, Felipe González y Ana Mato han venido a darles la razón a quienes piensan que lo mejor es que todo esté encorsetado. El jefe de campaña del Partido Popular ha explicado en un momento de sinceridad la verdadera naturaleza de su estrategia: inducir la abstención de sus adversarios mediante el miedo a la mixtura de crisis económica e inmigración. Ana Mato explicó que los niños andaluces son analfabetos. Felipe González llamó vago e imbécil al líder de la oposición. En cuanto los mensajes no están previamente codificados, se produce la catástrofe. Luego, todo el mundo desmiente sus palabras cuando las ve escritas blanco sobre negro o las escucha en una cadena de radio.

Mañana se celebrará el segundo debate electoral y las cosas están tan atadas como lo permiten las circunstancias. Los candidatos han reducido sus agendas y se entrenan para el combate con espárrins de su confianza. Están horrorizados por la capacidad que tiene la televisión de desnudar las emociones. Han analizado el vídeo del debate anterior y los maquilladores intentarán rebajar el ángulo de las cejas de José Luis Rodríguez Zapatero, mientras los especialistas en comunicación tratan de que Mariano Rajoy deje de lamerse los labios.

Mañana puede ser el gran día para el candidato que haga que se descomponga la figura de su adversario. Los dos jugarán al contragolpe esperando que el contrario resbale y se venga al piso. Lo que se espera es que la televisión seduzca a quienes todavía están indecisos. Si uno de los dos lo consigue mañana, habrá sentenciado la victoria electoral del día 9 marzo. Sin duda, un gran día: pero solo lo será para el vencedor.