Me voy a desnudar ideológicamente. Lo reconozco: no sé a quién votar. Anoche charlaba con mi mujer, Mati, y le comunicaba la encrucijada. En mi vida, nunca me arrimé a derecha ni a izquierda. Con 18 años, voté con el corazón a IU y me decepcionó. Desde entonces he ido dando bandazos, siempre en función de los programas electorales de los candidatos y del grado de compromiso que yo advertía hacia Extremadura y hacia mi ciudad, entonces Badajoz, ahora Cáceres. Superada ampliamente la treintena, estoy ante una rotonda con dos salidas y no sé qué camino seguir. Lo único que tengo claro es que mañana acudiré a Los Castellanos para votar aunque sea en blanco. Mi sabia compañera ha hallado explicación para mis fantasmas internos: "¡Qué se puede esperar de un tipo cuyas grandes pasiones son el Atleti de Madrid y el Badajoz!". Pues eso.