Ahora, de lo que se trata, según los estados mayores de los partidos, es de movilizar al electorado, porque la abstención de sus presuntos votantes les perjudicaría. Y luego, van y cobran a fin de mes. Para eso habría estado mejor contratar a Pero Grullo, el pensador que a la mano cerrada le llama puño.

La participación de los máximos líderes en la campaña tiene ese objeto, enardecer a los propios para que sean más que los adversarios (me sigo negando a decir enemigos) el domingo. Por ello, también se explica más lo de los discursos generalistas, de que el otro miente o es de natural corrupto. ¿Quién iba a ver creíble a Rajoy, por ejemplo, hablando de la instalación de una depuradora en Cáceres? Incluso podría parecer prevaricación una propuesta así.

Lo más novedoso, como tendencia, porque no acaba de nacer el fenómeno, es lo del voto en contra. Los partidos piden el voto para ellos a base de negárselo al de enfrente, cuya victoria acabaría siendo una catástrofe doméstica para los ilusos que se abstienen. Se podrían haber juntado todos los eslóganes en uno: "Los otros son peores".

Cuando entramos en lo doméstico, las cosas se afean aún más, porque los detalles sobre el carácter corrupto del contrario se hacen ya directamente escatológicos. Aun así, todo tiene sus excepciones. Zapatero se presentó en Asturias y largó un canto a la valía del presidente Vicente Alvarez Areces, y de él dijo que había que votarle porque es el que más pide. Tini, que así le conocen en su tierra, podía haber colocado su lema electoral en esos términos: "Vótame, porque soy el más pidón ". Como a principios del pasado siglo, cuando la derechona ofrecía colchones a los campesinos miserables por su sufragio (si todos los pobres hubieran sacado un colchón a cambio de su voto en los años 30, no habría habido guerra civil). El reclamo de los socialistas madrileños en los espots de radio va de lo mismo: "¿Qué quieres?". Otros más osados dicen, después de poner a parir a los del PP por robar mucho: "Haremos más".

Da miedo esto de los chicos de imagen, los muñidores de campaña. No sé si conseguirán movilizar el voto de los que tienen la tentación de abstenerse. Yo les despediría.