No defraudó a los suyos, que cada vez son menos. Albert Rivera, la imagen de Cs, se coló con un trozo de adoquín en el plató de televisión para denunciar los disturbios en Cataluña. Después sacó un rollo de papel que llegaba hasta el suelo para acusar a PSOE y PP de las cesiones de ambos partidos a esta comunidad autónoma. Era previsible e inevitable que el bloque de cohesión territorial se convirtiera en un monotema sobre... ¡Cataluñaaaaa!

Los aspirantes de la derecha, Pablo Casado y Rivera, y la ultraderecha, Santiago Abascal, acorralaron a Pedro Sánchez, candidato socialista y presidente del Gobierno en funciones, después de que este prometiera endurecer su postura con el independentismo. Tuvo que salir Pablo Iglesias, líder de Unidas Podemos, a defenderlo y a decirle que no se acobardara con una derecha «agresiva».

Fue también Iglesias el que se lamentó de que no estuvieran en el foco del debate las necesidades de otras regiones, y citó a Extremadura y su falta de tren digno. Más tarde se sumó Rivera a esta reivindicación.

Más allá del adoquín, el show y las bromas en las redes sociales, poco brilló el candidato naranja. Más bien se mostró un poco perdido. Hasta Casado hubo de advertirle que se estaba equivocando de adversario cuando se enfrentó directamente a él.

Lo cierto es que el cruce de acusaciones entre ambos líderes de la derecha tenía un gran beneficiado: Santiago Abascal, que supo desenvolverse en su primer debate en directo.

Consciente de ello, casi en los primeros minutos de programa, ya Casado lanzó el mensaje que su partido tiene como biblia esta campaña: concentrar el voto. «Que voten a Vox si quieren que gobierne el PSOE».

En el medio del escenario

Ironías de la vida, la colocación de los participantes se decidió por sorteo y Abascal cayó justo en el medio del plató. El candidato de Vox fue el único que saludó a los seguidores de las redes sociales. Conserva ahí un filón importante de votantes a través de un medio muy eficaz adonde sus mensajes llegan sin filtro.

Tampoco defraudó a los suyos Abascal usando términos como ‘los menas’, sin explicar qué significa, para hablar del problema que, según él, genera la inmigración. Los menas son críos, menores de edad extranjeros que no están acompañados ni por una madre ni por un padre.

Los líderes de la derecha y el de la ultraderecha se enzarzaron varias veces mientras Iglesias y Sánchez permanecían como espectadores. Hasta que el primero le dijo al segundo que tenían mucho que aprender de ellos: discutían y al final siempre llegaban a acuerdos y pactaban. Tómese como ejemplo Andalucía.

Pero Pedro Sánchez lo tiene más que claro. Sabe que quedará lejos de la mayoría absoluta, más aún si el debate de ayer cuenta en el resultado final; no mejoró su imagen ni supo salir airoso del ‘todos contra mí’. Pero también sabe igualmente que quiere gobernar en solitario. De pactar nada de nada. Es más, pidió que si no hay acuerdo se deje vía libre a la lista más votada. Ninguno de los demás candidatos recogió el guante que él lanzó.

Y sí, la imagen de cinco hombres como aspirantes a mandar en el país no es casualidad. Todo lo contrario, la evidencia de que, aunque el feminismo también entre en campaña, existe más paripé que otra cosa. Por mucho que esta vez, para evitar las críticas, mostraran a un hombre y a una mujer limpiando el plató ‘en pro’ de la igualdad. Mucho marketing; poco resultado.