A no ser que los resultados de hoy se aparten varios kilómetros de lo que pronostican todas las encuestas, las esperanzas de que las elecciones propicien un desbloqueo del conflicto catalán son más bien escasas. La breve campaña ha vuelto a demostrar que las posiciones están tan distantes que será muy difícil que en los próximos meses empiece a desbrozarse una situación que amenaza con enquistarse. Aunque Cataluña ha sido uno de los asuntos principales de la campaña, y aunque los líderes de todos los grandes partidos la han visitado con asiduidad, no se atisban soluciones a corto plazo.

Era difícil que pasara algo diferente. Pedro Sánchez arriesgó mucho cuando decidió que España iba a volver a las urnas en noviembre, con la sentencia del procés recién salida del horno. Desde que Oriol Junqueras y el resto de líderes soberanistas fueron condenados a penas que suman casi un siglo de prisión no ha habido calma en Cataluña. Las manifestaciones, los altercados y la desorientación política, en uno y otro bando, han protagonizado las últimas semanas. Como muestra, la situación inaudita de ayer, jornada de reflexión, cuando se produjeron concentraciones en todo el territorio catalán.

SIN NORMALIDAD / Uno de los principales objetivos del independentismo ha sido demostrar que la normalidad no es posible después de las condenas. Y esperan que las urnas apoyen su mensaje de que estamos inmersos en un periodo excepcional que precisa de soluciones nunca vistas. Si el 28 de abril ya se produjo la primera victoria en la historia de un partido soberanista en unas elecciones generales, ERC, el 10-N podría regalarles otro hito sin precedentes: que las fuerzas independentistas obtengan más de la mitad de los 48 escaños en disputa.

Según las encuestas, es difícil que pase, pero es posible. ERC debería repetir o quedarse muy cerca de los 15 diputados que logró en abril, y JxCat también debería conservar los siete representantes que obtuvo, o casi. La gran diferencia es la irrupción de la CUP, que se presenta por primera vez a unas generales. Si los anticapitalistas, a lomos del malestar que siente una parte de la población con la actuación policial para sofocar los disturbios, consiguen cuatro o cinco escaños -como les pronostican-, el independentismo podría soñar con ese sorpasso.

En cualquier caso, los partidos siguen manteniendo sus diferencias estratégicas, quizás porque todos sospechan que en pocos meses volverán a participar en una campaña, esta vez de unas elecciones al Parlament. ERC se ha centrado en consolidar su resultado del 28-A por la vía de ensanchar la base, sobre todo en los municipios que tradicionalmente eran feudos socialistas. Por eso, el partido ha insistido en los últimos días en que son los únicos que pueden vencer al PSC.

DIFERENCIAS ENTRE SOCIOS / JxCat insiste en diferenciarse de ERC asegurando que no va a dar su apoyo «gratis» a Sánchez para formar gobierno, e insinuando, por tanto, que sus rivales por el voto independentista sí están dispuestos a hacerlo. Por lo demás, la tensión en la calle ha desnudado de nuevo las contradicciones del espacio posconvergente. Por poner un ejemplo, el candidato de la formación al Senado, Roger Español -al que Carles Puigdemont colocó como cabeza de lista- pidió la dimisión del conseller de Interior Miquel Buch, de su mismo partido. En cuanto a la CUP, está por ver cómo influye la campaña más bien floja que ha llevado a cabo su candidata, Mireia Vehí, en las grandes expectativas que tenían hace unos días.

El enroque general aleja el desbloqueo. Con el PSC intentando que la baja por enfermedad durante la campaña de Meritxell Batet no le afecte; con Inés Arrimadas tratando de resistir ante el hundimiento que le pronostican las encuestas a Ciudadanos; con los comuns buscando hacer valer su propuesta de diálogo con el soberanismo; y con un PP y Vox que tienen como objetivo salir de la irrelevancia en Cataluña, a la campaña solo le faltaba la aparición de un sumario de la Audiencia Nacional en el que se implica a Quim Torra en un plan de los CDR para ocupar el Parlament.