"Se han puesto muy nerviosos con esas encuestas que siempre están mirando", ha dicho solazándose Santiago Abascal en el muy concurrido mitin de cierre de campaña en su rincón talismán de Madrid, la plaza de Colón.

Abascal ha llamado a su tribu a concentrarse ante "las mentiras que no os podéis imaginar que van a decir sobre nosotros", les ha dicho, y ante "esos que nos criminalizan y nos demonizan, que son responsables de las agresiones que estamos recibiendo", ha sostenido refiriéndose a "el PSOE y su prensa sicaria".

Pero fue este jueves en la Feria de Valencia ante algo más de 5.000 seguidores convenientemente juntados para disimular en muchedumbre otras mil sillas vacías donde Abascal tiró de uno de sus socorridos juegos de palabras para resumir mejor su estado de buena esperanza demoscópica: "Los argumentos de Vox no solo son incontestados, es que son incontestables".

HASTA 59 ESCAÑOS

Entre aplausos, en uno y otro mitin, ha descrito Abascal dos de las claves de la campaña: una, la subida a más del doble de escaños que vaticinan las encuestas hasta 59 le ha augurado la última de las últimas, publicada por El Periòdic de Andorra; y dos, el silencio con el que sus rivales de los principales partidos han acogido ante las cámaras sus exageraciones sobre los inmigrantes, el coste de las autonomías o la memoria histórica.

Vox ha llegado a la jornada de reflexión de las elecciones generales del 10N con una excelente previsión demoscópica después de atravesar un valle, en julio y agosto pasados, en el que los expertos en sondeos hablaban de reedificación del voto del PP mediante la recuperación del voto popular emigrado al partido de Abascal. Y así, por entonces la intención de voto manifestada a los encuestadores adelantaban un declive del "efecto Colón", y no más de 12 escaños, la mitad de los cosechados por la formación de extrema derecha el 28 de abril.

La subida en las encuestas ha tenido un correlato de homologación televisiva que se inició en precampaña con una popular entrevista en El Hormiguero (Antena 3) y culminó con el teledebate del 4 de noviembre, pero, además, también de un intenso aprovechamiento en sus muy ramificadas redes de whatsapp -claves para la difusión de eslógnaes, y también bulos y mensajería subiliminal- de todo tipo de vídeos de los disturbios en Barcelona y asuntos colaterales; ejemplo: la cena en el barrio madrileño de Chueca del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, en una de las noches más duras en Cataluña.

AIRE FRANQUISTA

En esta campaña electoral Vox se ha desprendido de algunos de sus gestos más bizarros, como las canciones legionarias coreadas por la concurrencia en los actos electorales, pero, en un proceso de desinhibición en otras facetas más acusado que en la campaña del 28-A, el líder de Vox ha protagonizado tres momentos de aire franquista. El primero, cuando, en precampaña, se dejó fotografiar para un cartel de un mitin junto a una bandera flameante con la cruz de Borgoña, la cruz de los tercios viejos que luego -y hoy- se convertiría en bandera carlista.

El segundo, y sostenido, cuando en torno a la exhumación de los restos de Franco en el Valle de los Caídos, Abascal ha acusado al PSOE de "profanar tumbas".

Y el tercero, en pleno debate electoral televisado entre los principales cabezas de cartel, cuando les soltó el lema, de aroma jonsista, de que la patria es patrimonio de los pobres y solo los ricos pueden permitirse no tener una.

Ahora se asoma a las urnas con una media de 46 escaños prometidos por las encuestas. "Vox es la tormenta!", ha gritado en Colón el candidato Iván Espinosa de los Monteros. Algunos detalles avisan ya con menos ruido de cuál puede ser la actitud del partido si la noche del 10 de noviembre las urnas no corroboran el augurio demoscópico. Tras el 28-A, un murmullo de pucherazo, infundado pero erosionador, llenó los whatsapps de sus seguidores. Esta vez, su campaña para conseguir apoderados en todos los colegios ha llevado el lema: "¿Estás preocupado por la limpieza del proceso electoral? Sé apoderado de Vox".