Dos derechas que atacan a las dos izquierdas pero que, además, confrontan entre sí. Así pudo apreciarse anoche en el debate a cuatro celebrado en Televisión Española, donde Pablo Casado, Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias se midieron ante las cámaras como candidatos a la presidencia del gobierno.

Rivera y Casado, por ese orden, fueron los más combativos contra Sánchez convertido en diana de casi todos los ataques. Pablo Iglesias, por contra, resultó el más conciliador, aunque aprovechó para reclamar como propios determinados giros a la izquierda del gobierno socialista.

Pedro Sánchez enfatizó que él es presidente del Gobierno por una moción de censura presentada solo y exclusivamente por la corrupción del PP y atacó fuertemente al candidato popular de quien dijo que precisa de «una máquina de la verdad» dada la cantidad de mentiras que dice. El candidato socialista deslizó que «jamás habrá un referéndum en Cataluña» y fue el único que habló de Vox en varias ocasiones (ausente del debate) diciendo quien puede impedir un gobierno «del trío de Colón» es él porque las cosas pueden ocurrir e igual que nadie creyó que ganara Trump ni que saliera adelante el ‘Brexit’ lo que está claro es que si las tres derechas suman formarán un gobierno que hará retroceder a España 40 años.

Con un modelo quizás demasiado encorsetado por el ajuste de los tiempos, los espectadores pudieron visualizar una unión entre Ciudadanos y PP en la política de pactos postelectorales y una disposición de Podemos a llegar a un acuerdo de gobierno con el PSOE. En el primer caso, Rivera ofreció a Casado un gobierno de coalición tras el 28-A contestando éste: «usted no es mi adversario». En el segundo caso, Iglesias mostró su disposición a entenderse con el PSOE pero pidiéndole a la vez que se comprometiera en ese momento a negar un pacto postelectoral con Ciudadanos, posición ésta sobre la que Sánchez no se pronunció.

En el conjunto del debate no hubo vencedores ni vencidos, pero en el bando de la derecha Rivera salió reforzado, dada su capacidad de embestir tanto al PSOE como al PP, atacar a Podemos y adoptar una posición más españolista que nadie. El líder de Ciudadanos llegó a utilizar la frase de Unamuno «Me duele España» dado que, en su opinión, quien marca los designios del país son los independentistas y Torra y eso es lo que él pretende evitar.

MOMENTOS TENSOS // Durante el debate se vivieron momentos tensos. Pedro Sánchez buscó la confrontación con Pablo Casado por su posición respecto a la violencia de género en el bloque de políticas sociales, el aspecto que había protagonizado el debate a seis candidatos de la semana pasada en la que la cabeza de lista por Barcelona, Cayetana Álvarez de Toledo cuestionó que las mujeres tengan que dar su consentimiento para mantener relaciones sexuales o que, de lo contrario, sea considerado violación. «No es no, y cuando una mujer no dice sí es no», enfatizó volviéndose a su cara.

Casado evitó entrar en la polémica y prefirió ceñir su discurso a la defensa de medidas para que las mujeres puedan ejercer libremente su maternidad y al empleo femenino. Sánchez insistió con la polémica sobre la gestación subrogada. «Diga a sus amigos de la ultraderecha que el vientre de la mujer no es un taxi», le espetó a Casado. «Señor Rivera, el vientre de una mujer no se alquila», señaló también, a lo que Albert Rivera le pidió que no «sea carca». El jefe de los liberales se presentó como el mejor presidente para defender las familias, de todo tipo.

El debate también reflejó la inquietud por las pensiones, cuyo crecimiento Pablo Iglesias reclamó que se vincule al IPC. Sánchez concedió que debe reforme la Constitución para blindarlas y subrayó también su compromiso con reducir la pobreza infantil. El podemista trató de sembrar dudas sobre el candidato de Cs «Rivera es cualquier cosa», que se revolvió y le echó en cara la polémica por el chalet de lujo de Iglesias.

Como balance final puede decirse que el candidato del PSOE hizo más de presidente del Gobierno que de aspirante electoral. Apenas se salió del guión institucional y se parapetó en sus nueve meses de gestión para defenderse de las pullas de PP y Cs, pero sin una propuesta. Buscó sin éxito el cuerpo a cuerpo con Pablo Casado y rezumó incomodidad cuando este y Albert Rivera le apretaban con Cataluña.

Pablo Casado recurrió a su habitual aluvión de gruesas acusaciones para poner contra las cuerdas a Pedro Sánchez. Más descolocado en los bloques económico y social, recuperó fuelle cuando se habló de Cataluña y de los alianzas postelectorales.

Frente a las críticas de las derechas a la ideología de su partido, Pablo Iglesias dedicó todo el debate a reivindicar la Constitución, sobre todo los artículos sociales y económicos que cree que no se cumplen. Buscó la manera de escabullirse del debate territorial y quedó diluido entre los piques entre Sánchez y las derechas.

Albert Rivera fue el que se mostró más cómodo en un debate en que atacó también en muchas ocasiones al PP para tratar de situarse en el centro, táctica con la que sorprendió a Pablo Casado. Supo colocar con eficacia los mensajes y las propuestas cara a su parroquia logró el cuerpo a cuerpo con todos sus contrincantes.