Juan Ávila tiene 82 años y todas las tardes hace gimnasia al aire libre en los aparatos del parque que hay junto a la Casa de la Cultura. Ayer, cuando todavía caía el sol, estiraba piernas y brazos mientras que por el rabillo del ojo no perdía detalle de quienes se iban reuniendo en la puerta de esta sede. «Ahora prometen, luego no dan nada», decía mientras se sentaba en un banco para descansar tras su ejercicio diario. «Este pueblo ha perdido mucho, los jóvenes se van», expresa. «¿Que por qué? Porque aquí no hay nada, ¿no?». Juan Ávila, vecino de Aliseda de toda la vida (unos 1.800 habitantes, en la provincia de Cáceres, pero lindando con la de Badajoz) tiene tres hijos: dos se fueron a Madrid a trabajar y ya se quedaron allí, el pequeño sí está en el pueblo. Él dice que ha hecho de todo en la vida: el campo, el picón, la leña...

«Lo más importante es que haya un colegio, y luego ya los parques, que tampoco tiene por qué haber tantos», reflexiona.

En Aliseda sí se oye la risa y el llanto de los niños en la calle. Aunque sus vecinos confirman que han perdido demasiada población en poco tiempo. Juan Ávila da los datos: «Hay como unas 80 o 90 casas en venta, además de las que están cerradas...», se lamenta.

«Aquí viene hoy el presidente, ¿no?», cambia de tema. Y prosigue: «Lo que pasa es que hay muchos presidentes y ministros, mucha gente que manda. Yo siempre he votado a los socialistas, pero ahora no sé. ¿Van a hacer algo?».

Este pueblo, con alcaldía del PSOE, fue la última parada de ayer de la caravana electoral del partido, encabezada por el candidato autonómico, Guillermo Fernández Vara, que recorrió la sierra de San Pedro y fue alternando municipios pacenses y cacereños. Hasta siete visitas con un ritmo agotador: Herreruela, Membrío, Carbajo, Santiago de Alcántara, Salorino, San Vicente de Alcántara y, por último, Aliseda.

«El alcalde de Extremadura»

El peor momento, bromeó después Fernández Vara, fue cruzar la plaza de Salorino a las cuatro y media de la tarde, con 35 grados y saludando a los vecinos interpretando el papel de «alcalde de Extremadura».

Los socialistas están viviendo la campaña con buen humor. Salen a jugar como los favoritos y conservan ilusión y fuerza tras arrasar el 28-A. Acudir a los pueblos donde ya gobiernan significa llevarse besos, abrazos y aplausos, y compartir la ilusión de los candidatos locales; pero también implica escuchar sus quejas y peticiones, y la de sus vecinos.

Quien aspira al bastón de mando en Aliseda, Raquel Muñoz, puso un ejemplo práctico para pedir el voto. Les planteó a los asistentes (la Casa de la Cultura estaba casi llena, había convencidos socialistas y curiosos) que si ellos le dejarían a ella la llave de su casa para que les regara las macetas mientras estaban de vacaciones. Si la respuesta era sí, pues entonces que eligieran su papeleta. Desde el centro de la sala dos vecinas gritaron: «¡Sí!». Pero desde el fondo, a otras varias se les escuchó: «¡Pero si no tenemos agua!». Reacciones para todos los gustos.

En Herreruela, Fernández Vara defendió los colegios rurales como «los mejores instrumentos para frenar la despoblación». Como mensaje resulta contundente, pero la realidad es que para que esos centros educativos se llenen de vida hace falta que, por ejemplo, las familias no tengan que emigrar por falta de trabajo.