Elfriede Jelinek, escritora, poetisa y ensayista, premio Nobel en el 2004, ha colocado en las librerías españolas su último libro, Bambilandia (Destino). La obra, de difícil clasificación, dura crítica contra la invasión de Irak y contra los medios de comunicación, difiere en la forma de títulos anteriores de la autora, pero mantiene la dureza de toda su obra y la compleja utilización del lenguaje. La autora ha contestado la siguiente entrevista a través del correo electrónico.

-- Bambilandia se desmarca de su obra anterior. ¿Por qué el cambio?

--No se distingue demasiado de lo que ha sido mi producción literaria hasta ahora. Siempre he utilizado el recurso del montaje, es decir la inclusión de textos ajenos, para lograr un ritmo lingüístico distinto.

--En la Academia Sueca abogó por caminar por los límites ¿Es el libro un ejemplo de esa literatura?

--Mi escritura es siempre una lucha entre el lenguaje y yo misma. Todo pensamiento es lenguaje y se puede pensar en todo, por eso se debe poder decir todo. Así se crea un camino, una corriente de conciencia, de la que siempre nos volvemos a desviar.

--En este libro ha incluido episodios y nombres reales ¿Ha querido escribir usted una crónica particular sobre la guerra de Irak?

--No he seguido la guerra a través de los hechos (que nunca han sido auténticos, ya que los periodistas fueron llevados al frente como un séquito de esclavos), sino a través de su reflejo en la información, sometida a reglamentos y censurada por quienes ocuparon Irak. El amor a la paz ha perdido, y es esta impotencia la que he querido mostrar.

--El texto parece escrito con rabia ¿Es el síntoma de esa impotencia?

--Sí, quizá. La tremenda rabia que se siente ante esta guerra no encuentra una válvula de escape en la realidad. Por ello he recurrido al arte, pero el arte no puede ser más que una válvula, sin otros efectos. Pero, sí, en cierta manera, me he desahogado.