Maestro de profesión y vocación, Alvaro Valverde nació el 8 de agosto de 1959 en Plasencia, donde ha vivido siempre y cuya conversión en plural da nombre a su último libro. Casado y con dos hijos, es autor de un buen número de libros de poesía como Las aguas detenidas , Una oculta razón , A debida distancia , Ensayando círculos , Mecánica terrestre , Desde fuera y el reciente Plasencias . También ha publicado dos novelas, Las murallas del mundo y Alguien que no existe ; un libro de artículos, El lector invisible ; otro de viajes Lejos de aquí , a las que hay que sumar la antología poética, Un centro fugitivo , en edición de Jordi Doce. Entre sus galardones se encuentran los premios Loewe y Ciudad de Córdoba, así como el Extremadura a la Creación. Desde el año 2005 tiene un blog en la dirección: http://mayora.blogspot.com.es , referencia para escritores y críticos.

--¿Por qué merece la pena escribir?

--Porque escribir permite conocer y conocerse, vivir otras vidas que de otra manera jamás vivirías y un largo etcétera de ventajas que no procede enumerar aquí. En última (o primera) instancia, es fruto de la necesidad (o de la vocación) y ante eso no hay penas o alegrías que valgan.

--Prosa o poesía y por qué.

--Aunque he escrito y publicado narrativa, colaborado asiduamente en prensa y en prosa me expreso en el blog, prefiero la poesía. Por una cuestión de carácter, supongo. Es lo que más me gusta como lector y la mejor manera de decir y de expresarme que conozco.

--¿Cuándo sientes la necesidad de plasmar en papel tus sentimientos?

--En esto de escribir soy bastante unamuniano; es decir, que los sentimientos van, para uno, de la mano de los pensamientos. Por lo demás, soy poco o nada confesional, de "plasmar sentimientos". Y siempre, como recomendaba Wordsworth, en frío, a debida distancia. "Diré lo que me huye. Nada diré de mí", escribió el poeta Gabriel Ferrater.

--Un momento de tu vida que ha marcado tu obra.

--Muchos. No entiendo la obra como un todo uniforme (ni siquiera he publicado todavía mi poesía reunida). Cada poema se corresponde con una vivencia diferente que sería, a su vez, un "momento" significativo único y distinto. La suma, una vida. Por poner un ejemplo, clave ha sido el fallecimiento de mi padre. En otro plano, la lectura de tal o cual poeta que escoges como maestro o cualquiera de esos hechos cotidianos que te hacen desgraciado o feliz.

--Elige una de tus obras y explica el motivo.

--Sí, aquí se suele argumentar que, como pasa con los hijos, es complicado decidirse por uno u otro. Todos son libros tuyos, digamos. Con todo, selecciono dos: Una oculta razón , que me ha dado muchas satisfacciones, y el último, Plasencias , acaso mi libro más personal.

--¿Escribir es un intento de inmortalidad?

--No soy de los que escriben pensando en eso. Ojalá nuestras obras nos trasciendan. Al menos en la memoria de los nuestros. No me cabe duda, eso sí, de que escribir es una forma de vivir más intensamente. A veces, hasta después muerto.

--Un autor que haya influido especialmente en tu obra.

--Autores, mejor. En plural. La lista sería prolija. Por citar a dos clásicos, espero que Borges y Cernuda.

--¿Cómo te gustaría que te recordaran?

--En esto tampoco puedo ser muy original: como una buena persona que escribió algunas cosas dignas de leídas. Me cuesta separar al escritor del hombre.

--Una reflexión ante la vida.

--Que es corta, pasa deprisa, se sufre mucho, pero que gracias al amor, la amistad, el paseo y los libros, pongo por caso, no sólo es llevadera, sino apasionante y maravillosa.

--Una anécdota divertida.

--Cualquiera de las muchas que uno ha vivido en clase con sus alumnos. Son una fuente de diversión inagotable.

--¿El escritor debe estar al margen de la política o la escritura puede ser un arma de compromiso político?

--Coincido con Javier Cercas: un escritor no puede ser un buen político y viceversa. Sus intereses se contraponen. Lo sufrí en carne propia, y eso que nunca he militado en ningún partido y, en rigor, mis cargos públicos fueron técnicos. Y todo por una elemental cuestión de tragaderas, de las que carezco. Tan necesarias en ese mundo hostil. No renuncio, eso sí, a ejercer de ciudadano. Uno que escribe (y que sólo se debe a su escritura). Y que vota.

--Un recuerdo de la infancia.

--Cualquier interminable domingo de verano a orillas del río Jerte.

--Un viaje inolvidable.

--Todos los viajes lo son. No hay mejor metáfora de la escritura y de la vida. Pongamos que uno a Nápoles (con visita a Pompeya). También recuerdo a menudo, tal vez porque uno ha viajado menos de lo que hubiera querido, otros a Lisboa, Brujas y Lucerna.

--Un lugar donde reposar para siempre.

--Si te refieres al reposo definitivo, me temo que en el cementerio de mi pueblo. Si la pregunta va en otro sentido, en qué lugar levantaría una tienda, como en el relato bíblico, entonces elegiría el molino de agua que la familia de mi mujer posee, desde los años setenta del siglo pasado, al pie de la Garganta del Obispo, entre la Vera y el Valle, cerca de Plasencia, un sitio ameno y escondido donde uno ha sido, a ratos, feliz.